Pascual Tartavull es un negro de seis pies que fue maquinista del central Espartaco 40 años y doce días. Él los lleva uno por uno en su cabeza y a cada rato se los recuerda a Chicho Iznaga, que perdió la cuenta del tiempo que pasó colgado del último vagón, protegiendo la cola del tren que buscaba las cañas de Manaquitas.
Por las tardes, sin que nadie lo vea, Tartavull se va al final del patio del ingenio y se sube en las ruinas de su locomotora. Su asiento aún está intacto, pero el cundiamor ya empezó a trepar por la máquina y casi no se ve nada a su alrededor.
La 1326 tenía fama de ser la locomotora que más fuerza tenía en Espartaco. Tartavull siempre estuvo arriba de ella con la estopa y el lubricante. Sus bronces aún hoy, hundidos en la maleza, relumbran. Cuando Tartavull se sube en las ruinas de su locomotora revisa que todo esté en orden. Él sabe que nunca más volverá a moverse, pero al menos no quiere que se la roben a pedazos, como pasó con la 1328 y la 1329.
La 1326 llegó a Cuba en 1895 y fue a buscar el último tren de caña el 28 de enero de 2002. 40 años y doce días después que Tartavull se subió en ella por primera vez. El 16 de enero de 1962, Benny Moré todavía estaba vivo, aún vendían Bacardí en la tienda del pueblo y por la cabeza de nadie podía pasar que el ingenio Hormiguero, nada más y nada menos que el ingenio Hormiguero, se convertiría en un amasijo de hierros inservibles.
El hombre y la máquina están solos en medio de la tarde. Por la escotilla de la caldera se oye un silencio que molesta. Por última vez el negro se pone de pie y revisa el interior de la estrecha cabina donde sudó la gota gorda zafra tras zafra.
−Bueno, nos vamos −le dijo el hombre a la máquina y jaló de la cuerda del silbato. Sólo él escuchó aquel estremecedor pitazo que se repitió una vez más, para confirmar que el tren se pondría en movimiento.
Encorvado, producto de una hernia discal y la artrosis, Pascual Tartavull avanza a toda velocidad, moviendo los brazos como un molino, quitándose de encima el cundiamor y las zarzas que dentro de poco no le dejarán llegar hasta su locomotora.
Por las tardes, sin que nadie lo vea, Tartavull se va al final del patio del ingenio y se sube en las ruinas de su locomotora. Su asiento aún está intacto, pero el cundiamor ya empezó a trepar por la máquina y casi no se ve nada a su alrededor.
La 1326 tenía fama de ser la locomotora que más fuerza tenía en Espartaco. Tartavull siempre estuvo arriba de ella con la estopa y el lubricante. Sus bronces aún hoy, hundidos en la maleza, relumbran. Cuando Tartavull se sube en las ruinas de su locomotora revisa que todo esté en orden. Él sabe que nunca más volverá a moverse, pero al menos no quiere que se la roben a pedazos, como pasó con la 1328 y la 1329.
La 1326 llegó a Cuba en 1895 y fue a buscar el último tren de caña el 28 de enero de 2002. 40 años y doce días después que Tartavull se subió en ella por primera vez. El 16 de enero de 1962, Benny Moré todavía estaba vivo, aún vendían Bacardí en la tienda del pueblo y por la cabeza de nadie podía pasar que el ingenio Hormiguero, nada más y nada menos que el ingenio Hormiguero, se convertiría en un amasijo de hierros inservibles.
El hombre y la máquina están solos en medio de la tarde. Por la escotilla de la caldera se oye un silencio que molesta. Por última vez el negro se pone de pie y revisa el interior de la estrecha cabina donde sudó la gota gorda zafra tras zafra.
−Bueno, nos vamos −le dijo el hombre a la máquina y jaló de la cuerda del silbato. Sólo él escuchó aquel estremecedor pitazo que se repitió una vez más, para confirmar que el tren se pondría en movimiento.
Encorvado, producto de una hernia discal y la artrosis, Pascual Tartavull avanza a toda velocidad, moviendo los brazos como un molino, quitándose de encima el cundiamor y las zarzas que dentro de poco no le dejarán llegar hasta su locomotora.
4 comentarios:
Sabes Camilo;
Las ruinas de las locomotoras encierran entre sus ferros el retroceso de nuestras economías caribeñas sempiternas dependientes y manejables por los devaneos del tío Sam .
Cierto que esta industria se apago ,cierto que con ella perdimos sus mieles y los dulces efluvios que destilaba en los pobres bateyes ,es cierto que nos dejo el hijo bastardo de una migracion indigente e inadaptada y una mezcolanza cultural con demonios propios..
Entre los retorcidos barrotes de sus vagones se escapo la esperanza de una mecanización que nunca llego al brasero que preño sus entrañas .
Se perdió el silbato en el pasado y talvez su sonido resultaría risible y desfasado para los oídos modernos de estos días ,talvez este tiempo merezca mejores y mas veloces vehículos para transportar nuestra industria intangible nuestros inventarios de servicios y conocimientos .Talvez sus rieles no sean capaz de soportar el peso de una pesada globalización que amenaza con sus exigencias de competitividad el espíritu bullanguero y conformista de nuestros pueblos .
Talvez ,talvez pero mientras seguiremos asombrándonos por el decadente espectáculo de un pascual bruñendo estos ferros desafiando la persistente patina del tiempo.
Camilo, de todas maneras iba a sugerirte que debias hacer un relato del zoologico. ahota pienso que debes escribir un libro ampliando un poco estas vinnetas. el "silencio que molesta" lo dice todo.
!felicidades!
Amigo Camilo:
Me ha alegrado encontrar tu blog y lo estoy disfrutando. No se si habrás visto el mío pero acabo de poner un enlace en el. Date una vuelta por:
http://laprimerapalabraque.blogspot.com/
y dime que te parece. Hace unos días nos reunimos en casa de Lázaro Horta y parecía que estábamos en Matanzas. Odette me habló de tu blog y me dio el enlace. Cuba es también un archipiélago de islas vagando en la red.
Un abrazo de Heriberto Hernández.
Realmente todo esto que escribes da para todo un libro que algún día espero leer.
Muy bueno,
saludos.
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