22 julio 2020

Ese parásito que todo cubano lleva adentro

© Alen Lauzán.
© Alen Lauzán.

A principios de los años 90, cuando la tenencia de dólares todavía estaba prohibida en Cuba, gané un premio literario en México. Senel Paz me hizo el impagable favor de llevarme el monto del mismo a La Habana. Llegué a su casa agradecidísimo, flaquísimo y con un enorme malestar en el estómago.
Cuando le conté lo que me pasaba, me dijo una frase que he seguido usando (con su debido crédito) el resto de mi vida: “Todo guajiro que se respete, debe tener un buen parásito adentro”. Me ofreció dos remedios para mi mal: una tisana o un trago de ron. Elegí el segundo.
En el camino de regreso, de la casa de Senel a la mía, me sentí un delincuente. Aunque los dólares que llevaba en el bolsillo me los había ganado con mis versos y eran el primer pago que recibía en mi vida por ellos, no me sentía capaz de disfrutar aquella felicidad. Atravesé El Vedado como un fugitivo.
Conozco casos que me dan más pena. Pedro José Rodríguez, el héroe de mi infancia, el más grande jonronero que ha nacido en Cuba, perdió su carrera deportiva porque le encontraron unos pocos dólares en la maleta. Aunque se trataba de un obsequio de un pelotero venezolano, fueron implacables.
Un querido amigo, Omar Mederos, uno de los hombres más honestos y buenos que he conocido, tuvo que irse de Cuba para no ir a la cárcel. Su terrible experiencia cupo en una canción de Polito Ibañez. Aunque eso ocurrió hace muchos años y Omar recuperó su vida, la canción me sigue estremeciendo.
Cuando el dictador Fidel Castro despenalizó el dólar, obligado por una crisis económica que provocó él mismo, las cárceles de la isla estaban llenas de cubanos que habían sido condenados por tenerlos. Ninguno fue liberado, tuvieron que pagar hasta el último día por un delito que ya no existía.
Años después, el dólar fue penalizado con un ominoso impuesto y sustituido por una moneda falsa. El propósito de cada una de esas medidas, ha sido tirar sobre los hombros de los cubanos (sobre todo los del exilio) el peso de una economía incapaz y de un país inviable.
Ahora, de la noche a la mañana, la dictadura ha logrado poner en funcionamiento una cadena de tiendas en divisas. En ellas solo se puede comprar con tarjetas electrónicas que deben ser recargadas con remesas. Marcas blancas y enseres de la más baja calidad son vendidos al precio de productos premium. 
“Los mal nacidos por error”, como Miguel Díaz-Canel llamó una vez al exilio cubano, deben ocuparse una vez más de mantener a los 11 millones de sobrevivientes que permanecen en la Isla. Solo así el país podrá huir hacia delante y evitar, por ahora, la hambruna.
Todo cubano, respétese o no, tiene un buen parásito adentro. Se llama Cuba.

9 comentarios:

Susana Pérez dijo...

Camilo en el año 1989 a mi y a una pintora reconocidisima nos dieron un viaje a China,es un viaje largo lo que da tiempo suficiente para estrechar amistad, viajamos por varias ciudades y un día la pintora se sintió con suficiente valor para confesarme cómo un gran secreto que tenía un billete de 100 dólares q le había regalado un amigo italiano. Para no aburrirte con mi cuento, me dijo casi en susurro y con el miedo reflejado en sus ojos q su hija cumplía 15 años y que ella quería comprarle algunas cosas y me ofreció a cambio darme el monto de su dieta que nos había dado en la UNEAC que eran 10 dólares!!!!!! Por supuesto yo le dije q no era necesario y q a mi no me importaba si ella tenía dólares o no y hoy leyendo tu post me vino esta historia a la memoria, sobre el horror que hemos vivido durante 61 años.

Sonia Díaz Corrales dijo...

Lo más duro, es que ese parásito ya es como una taenia solitaria, se lo come todo. Se aprovecha de los que tiene allí cómo rehenes ( madres, padres, hermanos, hijos, primos, tíos, amigos), para que o te sientas mal por no enviar nada, o te sientas mal por pagar mucho por cosas de calidad dudosa y alimentar los bolsillos de los jefazos. Luego, si un kg de carne cuesta 23 $, te saldrá más caro que tu familia coma allá, que comer tu acá. Luego, sobre eso, el insulto, la demagogia, y el teque viejisimo de que esto lo hacemos por el bien de todos. No hay nada que me indigne más que quieran hacernos tontos, por ejemplo: ¿ por qué mi tía no puede sacar su dinero que envía mi madre en los mismos dolares que se le mandan?¿por qué no puede disponer libremente de su si ero y pagar con el como le apetezca, incluso con tarjeta como todo ciudadano del mundo libre? Cada insulto contra los de acá es como de costumbre alimento para la turba, que al final tampoco le importa mucho si tiene lo necesario, sólo seguir "la conga".

Sara Hidalgo García dijo...

Tuve un compañero de estudios en la UO que le encontraron un billete de 10 dólares, tres días después de haber discutido su tesis y haber obtenido un Título de Oro en Economía. Una semana después, Fidel despenalizó el dólar: mi amigo fue a prisión y su título fue cancelado. Nunca pudo ejercer.

Felix Boyce Rodriguez dijo...

En los años 90 cuando el dólar estaba penalizado yo siendo aún un niño tenía que salir al barrio chino para cambiar de manera " ilegal " unos pocos dólares para que mi madre nos comprara algo, un niño que cualquier avispado le podía robar o la misma policía arrestar, simplemente son unos HP

Felix Boyce Rodriguez dijo...

En los años 90 cuando el dólar estaba penalizado yo siendo aún un niño tenía que salir al barrio chino para cambiar de manera " ilegal " unos pocos dólares para que mi madre nos comprara algo, un niño que cualquier avispado le podía robar o la misma policía arrestar, simplemente son unos HP

Anónimo dijo...

QUE MANERA DE ESCRIBIR BIEN CHICOOOOOOOO, ERES UN ARTISTA DE LA CRONICA. SIEMPRE LAS BORDAS!!!!

José M. Fernández Pequeño dijo...

Muy bien, y luego aparecen los ciber-clarios gendarmes que el desgobierno suelta en las redes sociales con cartelito de intelectuales a decirnos que no tenemos derecho a opinar sobre el país en que nacimos.

Rolando Pérez dijo...

Camilo, sin proponértelo, por supuesto, me has recordado algo algo que tú ignoras y que está relacionado con parásitos cubanos y otros avecindados en la Isla. Y escribo Isla, con mayúscula, no para engrandecerla, sino porque así se escribía en tiempos coloniales, a los cuales, al parecer, hemos retornado. Resulta que en 1990 la Editorial Universidad Veracruzana reimprimió en México, sin mi autorización, mi libro La música afromestiza mexicana, publicado originalmente en Cuba en 1987, arrogándose indebidamente los derechos de autor y sin pagarme un solo centavo (pretendía que el pago consistiera en 10 ejemplares del libro). Eso lo hicieron con la complicidad de un gran parásito de la nomenklatura cubana que se jactaba de ser amigo personal de Fidel Castro: Jorge Timossi, un periodista argentino ligado al también periodista argentino Jorge Ricardo Masetti (el fundador de Presa Latina), y que dirigía la Agencia Literaria Latinoamericana, supuestamente encargada de promover el libro cubano en el extranjero. Mi libro fue presentado en la Feria Internacional del Libro de Minería en febrero de 1991, y el encargado de presentar allí el libro fue Senel Paz, que recientemente había ganado el premio Juan Rulfo por su famoso cuento El lobo el bosque y el hombre nuevo y a la sazón se encontraba en México, pero que, hasta donde alcanza mi conocimiento, no es un especialista en temas musicales. Respeto y admiro mucho a Senel como el gran escritor que es, y no lo culpo (sin duda ignoraba el sucio trasfondo de todo aquello), pero lo cierto es que a mí, que soy el autor de ese libro, no me habían informado siquiera de su reimpresión en México, y solo después de ocurrida su presentación en aquella feria me comentaron de la misma. Yo estaba ya enterado del despojo, pero únicamente porque una amiga mexicana me había llevado a La Habana un ejemplar del libro. (Fue a su regreso a Cuba que Senel te llevó aquellos dolaritos.) Por supuesto, mucho menos me invitó la Agencia Literaria Latinoamericana a dicha presentación. No iban a presentar allí a la víctima del atraco. Pues es más que evidente que el tal Timossi estuvo en contubernio con Luis Arturo Ramos, novelista mexicano que entonces estaba a cargo de la Editorial Universidad Veracruzana y algo le dio a Timossi a cambio de su complicidad. Reclamé mis derechos ante el CENDA, vinculado al Ministerio de Cultura, pero este no rozó al inmune y prepotente Timossi ni con el pétalo de una rosa. Por el contrario, Timossi se permitió atacarme políticamente, acusándome de estar tratando de agenciarme un viajecito a México. (Timossi ya murió, y estará ahora revolviéndose en su tumba por esta denuncia pública.) Sin embargo, fue la UNEAC, entonces encabezada por Abel Prieto, la institución cubana que sacó la cara por mí. En septiembre de 1992, siguiendo una sugerencia del poeta Omar González, que por entonces se desempeñaba como Viceministro de Cultura, viajé a México, invitado por el eminente antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán, y aproveché esta oportunidad para reclamar personalmente, pero respaldado por la UNEAC y la documentación previamente enviada por esta, los derechos que me correspondían. Pero no fue sino hasta siete meses más tarde que quedó finiquitado el pleito, con la firma de un convenio retroactivo, el reconocimiento de mis derechos morales sobre el libro y el pago de una modesta suma de dinero por concepto de derechos patrimoniales. ¡Qué te parece!

Anónimo dijo...

En el año 1985 mi tío que se había por el Mariel envio un paquete y dentro de un abrigo encontramos $17.60 dólares (después supimos que fue un cambio que puso en su bolsillo del abrigo y que de una vez envió porque le faltaba algo de peso al paquete y era lo que tenia a mano) para no hacer largo el relato, mi tía hacia durofrios y los vendia en el barrio donde viviamos para subsistir, alguien de la cuadra denuncio la distribución ilícita de durofrios y vino la policia una tarde a hacernos un registro, cuando tocaron a la puerta y vimos quienes eran,el susto nos paralizó, yo me deslicé suavemente hacia el lugar donde teníamos los $17.60 guardados, una vez fuera de visibilidad corri al patio y lo enterré como pude en una maceta con flores, y allí me quede petrificada en el patio, lívida y con temblores, porque si descubrían aquello, no solo seria multa por los durofrios aquello costaría la CARCEL a mi tía y yo no rebasaba los 15 años, no se que hubiese pasado conmigo.