12 febrero 2019

Georgia On My Mind

Fotograma de El Camino del tabaco (John Ford, 1941). 
Ahora que eres viejo y estás adolorido,
no logras que las cosas
te conmuevan como antes.
Piensas en eso cuando descubres 
que leíste el sabor de esa harina
muchos años atrás,
en un libro destrozado
por el hambre de los insectos.
A eso sabía aquella página
donde una pobre muchacha,
de rostro sucio
y tetas deslumbrantes,
se despedía de su amado
en un cargadero de carbón.

Después de oír una y otra vez
una canción de Ray Charles,
Decides caminar por la niebla 
que ha amanecido hoy 
sobre toda Georgia.
Antes, te bebes un café
que también te sabe
al que hervían los Lester.
Sin tener que salir a la calle,
logras descender
por unas interminables
escaleras mecánicas
hasta las líneas del tren.
No hay cigarras 
en la estación 
de Peachtree Center,
pero tú las oyes.
Después de eso,
solo falta que llegue 
hasta aquí el polvo 
que levantabas
al pasar las páginas
de El camino del tabaco.

No, no estás donde dice tu reloj.
Solo has vuelto a los libros 
que leías cuando eras capaz 
de conmoverte con una inocencia 
que ahora te da risa.
Veinte años después, sigues creyendo
que un lugar como este 
solo existe a través de las palabras.
Es entonces que pasas la página 
y toses con todo el polvo que levantas.

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