30 octubre 2018

Mi paraíso

“Todo empezó cuando aquella serpiente/ me trajo una manzana y dijo prueba./ Yo me llamaba Adán,/ seguramente tú te llamabas Eva…”, Sabina estaba dentro de mis audífonos. Fue algo aleatorio, una decisión que iTunes tomó por mí. El otro lado de la cama estaba vacío y una rara película francesa me había desvelado.
Es algo que me suele ocurrir cada vez que Diana está de viaje. El exceso de espacio debajo del edredón y las tensiones de los juegos de béisbol o las películas no me dejan quedarme dormido. Con la intención de resolver ese problema, descargué Rain Rain, una aplicación con sonidos de tormentas, cascadas y oleajes. 
Para tratar de imaginarme en la Loma, elegí “Lluvia sobre un techo de zinc”. La cabaña de la Loma de Thoreau, como la estación de ferrocarril del Paradero de Camarones, tiene el techo de zinc. Gracias a eso, he recuperado uno de mis sonidos preferidos. Cuando no estamos en la Loma, acudo a la App.
La lluvia sobre el zinc fue interrumpida por una alerta de WhatsApp. Era un mensaje de Diana. Al parecer ella también se había desvelado:
Hola, mi amor.
Te escribo ahora porque no quiero que se me olvide lo que quiero decirte.
Te amo mucho. Y quiero agradecerte que estés en mi vida y me hagas tan feliz.
Quiero darte las gracias por ser tan buen padre para nuestros hijos y quiero pedirte que estés siempre a mi lado porque no sé vivir sin ti.
Te amo, Camilo Venegas Yero.
No te apartes de mí nunca.
Quiero envejecer contigo.
Respondí palabra por palabra. Puse “Crepitar del fuego” en el App y, al calor de ese sonido, me quedé dormido. Por mucho tiempo tuve una idea equivocada sobre la felicidad. Para mí era abstracta, muy difícil de alcanzar. Pero en verdad es tan simple llegar a ella, que a veces no nos enteramos y seguimos de largo.
Nunca me creí el cuento de Adán, Eva y la serpiente. Pero sí creo en el paraíso, en ese espacio, real o intangible, que uno solo comparte con la persona que ama. Por eso dormí tan feliz después que recibí las palabras de Diana. Aunque, en honor a la verdad, no entendí el final… yo pensaba que ya habíamos envejecido.  

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