25 julio 2018

Un día como hoy

El 25 de julio de 2011 yo era un individuo que solo pensaba en la suma de todos sus fracasos. Después de tomar una mala decisión tras otra, me encontraba en un callejón sin salida en la parte más oscura del Santo Domingo colonial. Entonces, de la manera más impensable, me alumbraron sus ojos azules.
Dos meses después estábamos parados frente a este portón. Aunque ya era el quinto día de nuestra vuelta a Cuba, todavía nos quedaba una estricta reserva de Brugal Extra Viejo. Apenas nos conocíamos, en verdad sabíamos muy poco el uno del otro, pero brindamos por nuestro futuro. 
Hoy encuentro un increíble parecido entre ese paisaje de El Nicho, en mi Cienfuegos natal, con el entorno que nos rodea en Quintas del Bosque, el sitio donde encontramos la Loma de Thoreau y construimos todo lo que queremos dejarle a nuestros hijos y nietos.
La noche que nos conocimos le dije que sus ojos me fascinaban y, sin darle tiempo a reaccionar, le di un beso. Hoy no hay un centímetro de ella que no me fascine, aún trato de darle besos antes de que pueda reaccionar. Tardé 44 años en encontrarla. Parecería demasiado si no les digo que he logrado ponerme al día.
Sé que la fecha puede prestarse a suspicacias, pero juro que aún el reloj no había dado las doce. Quizás por eso hemos podido cumplir todo lo que prometimos y, lo que es mucho mejor aún, tener la capacidad de hacer realidad nuestros sueños.
Un día como hoy, hace 7 años, conocí a Diana de los Ángeles Sarlabous Sosa. Desde entonces soy el hombre más feliz del mundo.

21 julio 2018

Luis Concepción

Conocí a Luis Concepción en 2007. Entonces yo laboraba como director de Contenido en una reconocida agencia de relaciones públicas y él, que era el director de Comunicaciones y Publicidad de Brugal y Co., nos solicitó una reunión para encargarnos un proyecto.
Al final del encuentro me llamó aparte. “Quiero que te quede claro algo, Camilo —me dijo—. Estamos contratando a la agencia porque queremos trabajar contigo”. Al principio lo entendí como un elogio, pero pronto me di cuenta de que era un inconmensurable reto.
En todo este tiempo, mis aportes son irrelevantes si se comparan con las experiencias de las que he sido parte y lo que he podido aprender. Cuando empezamos el mundo de las comunicaciones era muy diferente de lo que es hoy. Esos aprendizajes y esas reinvenciones junto a Luis, han sido un verdadero lujo.
Texto a texto, reunión a reunión, conversación tras conversación, trago a trago, la relación laboral se fue convirtiendo en una gran amistad. Hoy Luis es vicepresidente de Comunicaciones y Asuntos Públicos de Casa Brugal y yo, ya desde mi propia empresa, sigo colaborando con él y su equipo (con quienes mantengo una relación de familia).
En 2011, cuando Diana y yo le dimos la vuelta a Cuba, él y Susan nos acompañaron en parte del trayecto. Para celebrar aquella gesta, abrimos una botella de Brugal Extra Viejo con La Habana de telón de fondo. Como nacimos por los mismos días, ayer nos celebraron los cumpleaños en Casa Brugal.
Entre los tantos (y a veces inmerecidos) regalos que me ha hecho República Dominicana, la amistad y el cariño de Luis y Susan es uno de los que más valoro.  Por eso ayer, cuando partimos juntos el bizcocho, me sentí feliz y orgulloso de todas las experiencias que hemos compartido.
Todavía sigue siendo un inconmensurable reto.

19 julio 2018

El silencio natural

En una las más hermosas canciones de su último disco, Jorge Drexler no encuentra nada más valioso para dar que un instante de silencio. En El poder del bosque, el inspirador libro de Qing Li, hay un capítulo dedicado al silencio natural, uno de los recursos más amenazados del planeta.
Diana anda en un viaje de trabajo desde el lunes y María se fue a pasar una semana con su papá. Mami está muy bien cuidada con Caro y Francis. Por eso decidí quedarme unos días solo en la Loma. He hecho el mayor silencio posible y he escuchado al monte lo más que he podido.
Me levanto a las cinco, como de costumbre. Pero ahora, en vez de tener que mirar a la ciudad y el despertar de sus ruidos desde un décimo piso, me cuelo un Bustelo y salgo a caminar. Dejo el celular en la cabaña, me quedo a solas con el sonido de la naturaleza. 
Ayer pude oír a minúsculo colibrí que estaba posado en un cable del tendido eléctrico. Gracias a los binoculares, presencié con lujo de detalles su rutina de aseo y su gimnasia matutina. No me moví hasta que decidió marcharse, ya listo para zumbar de manera incasable por las flores de la Cordillera.
Aleisa Ribalta me llamó al mediodía. Hicimos una videoconferencia junto a Elsa Rivero, quien me cantó “Palabras”, de Marta Valdés, a capella. Es toda la música que he escuchado en estos días. Por las noches me quedó leyendo en la terraza, gracias a eso he descubierto sonidos totalmente nuevos para mí.
En el Olympic National Park, en el estado de Washington, Estados Unidos, hay una pequeña piedra roja que marca una pulgada cuadrada de silencio, libre de los ruidos creados por el hombre. Ayer en la tarde estuve un rato escuchando al pino que tenemos junto a la cabaña.
Oí sus ramas crujir y a sus piñas caer cada vez que el viento soplaba. Una llamada entrante apareció en la pantalla de mi celular en silencio. No era mi Cucha, tampoco Caro ni Francis. Un rato después se apagó. Entonces descubrí que por el pino trepaba un enorme lagarto. 
Sentí una rara alegría por dentro. Me estaba comportando de una manera tan silenciosa como él.

12 julio 2018

Feliz cumpleaños, Henry David

Un 12 de julio, hace 201 años, nació en Concord, Massachusetts, uno de los individuos que más me ha inspirado. Admito que no había leído una página suya hasta que Cintio Vitier me habló de él. Insistió en que buscara Walden o la vida en los bosques.
Por el Paradero de Camarones acababa de pasar un ciclón. Mi madre me llamó desconsolada. Había tumbado las dos matas de aguacates que sembró mi abuelo y una de limones criollos que no la dejaba llegar al pozo. Tuve que pasarme una semana entera limpiando aquel desastre.
De regreso a La Habana, me encontré con Cintio en la cola del pan. Le enseñé mis manos llenas de ampollas. “¡Estás hecho un Thoreau!”, me dijo con aquel raro tono que él tenía para ser cariñoso y burlón al mismo tiempo. No recuerdo cómo conseguí el libro, pero sí que por aquellos mismos días empecé a leerlo.
Suelo tener una obra suya a mano en los inodoros que uso, tanto la ciudad como en la Loma. Lo leo y lo releo casi a diario. Sus posiciones sobre muchas cosas me han ayudado a fijar las mías. Aunque no siempre nos ponemos de acuerdo, coincidimos en lo esencial.
Todos los libros suyos que tenemos están llenos de subrayados y hay más de Diana que míos. Ella también vuelve a él a menudo y solemos comentar algunas de las ideas con las que damos. No siempre llegamos a las mismas conclusiones, pero, como Henry David y yo, estamos de acuerdo en lo que realmente importa.
Por los días en que decidimos construir una cabaña en Quintas del Bosque, mi hija Ana Rosario me acababa de regalar una edición crítica de Walden. Tenía el libro en las manos cuando empezamos a buscarle un nombre a nuestra loma. Desde entonces jugamos a ser como él.
Hoy, a propósito de su cumpleaños, la editorial Errata Naturae compartió una frase suya. Creo que esa sola oración explica por qué le hago tanto caso: “No he prestado ningún juramento. No tengo un esquema para entender la sociedad, la Naturaleza o Dios. Soy, simplemente, lo que soy, o comienzo a serlo”.

03 julio 2018

Carta abierta (y de invitación) a Ariel Ruiz Urquiola

Ariel:
No nos conocemos, pero Cuba, nuestra condición de campesinos y el amor que le tenemos a la tierra nos unen. Estamos felices de que la dictadura, acorralada por tu inocencia, tu valentía y la movilización de tantos cubanos libres, se viera obligada a darte una "licencia extrepenal".
Hemos leído tu mensaje una y otra vez. Nos emocionamos cuando vimos la foto donde apareces junto a tu hermana, de regreso a casa. Ya no estás encerrado en una celda, pero estamos conscientes de que la isla entera es una prisión. Nunca estarás verdaderamente libre.
Aunque no corremos, ni remotamente, ninguno de los riesgos a los que tú estás expuesto, compartimos contigo cada una de las causas y las razones que te llevaron, primero al monte y después a la cárcel. También estamos dispuestos a acompañarte en tu lucha por “los derechos de la naturaleza”.
Te escribimos esta carta con la intención de hacerte una invitación. En una loma de la Cordillera Central dominicana, a la que le hemos puesto el nombre de H. D. Thoreau, tenemos una pequeña cabaña que ya es tu casa. Aquí, cultivándonos, hemos tratado de ir recuperando las cosas esenciales que tuvimos que abandonar al irnos.
Todas las esperanzas que habíamos perdido en Cuba, Ariel, tú nos las has devuelto con tu firmeza. Para agradecerte eso, quisiéramos que, cuando estés en condiciones de viajar, aceptes nuestra invitación a conocer el Cibao, el entorno único donde están las cumbres más altas del Caribe y a los amigos que tenemos aquí.
No lejos de nosotros, tal como lo describió Martí, “corre ancho y claro el Yaque”. Nos encantaría ir enseñándote las páginas de su Diario en estos paisajes y, juntos, identificar todo lo que tienen en común tu montaña con la nuestra.
Un fuerte abrazo,
Diana y Camilo

La libertad de ser

Hace unas semanas Diana Sarlabous y yo perdimos a unos queridos amigos. Al final de un lindo día nos confesaron que cada vez les resultaba más difícil tratar con nosotros. “Ustedes se han vuelto de derecha”, dijeron. Después de una agria discusión, dimos la media vuelta y nos fuimos con el sol cuando moría la tarde.
En un comentario de su blog, Silvio Rodríguez le sugirió al Estado cubano que revise el caso de Ariel Ruiz Urquiola, el biólogo que se mantiene en huelga de hambre y sed desde que fue injustamente encarcelado. Para evitar confusiones, el trovador lamentó que a Ariel lo apoyaran tantos contrarrevolucionarios.
Desde Barcelona y en su muro de Facebook, Jorge Ferrer le respondió a Silvio: 
“Nosotros, a quienes llamas contrarrevolucionarios, llevamos 60 años llorando por ese pueblo, por su miseria, vindicando su libertad y sus derechos, investigando, catalogando su memoria, proponiendo, dialogando desde, casi siempre, el exilio para que sufran menos las víctimas, tus víctimas también. Y cuando muera Ariel, tú serás responsable de esa muerte por miserable, por hijoputa, por singao. Y perdónenme el francés, pero hay días y hay noches en que duele más ver la sima de podredumbre en que unos pocos hombres ayudados por unos millones más han hundido al país donde nacieron y vivieron los míos, yo mismo”.
Primero nos llamaron de derecha, después somos clasificados como contrarrevolucionarios. Décadas atrás eso me hubiera parecido un insulto. Ahora lo recibo como un elogio, porque quiere decir que tenemos una clara posición frente al régimen totalitario que oprime y arruina a Cuba.
A estas alturas no sé qué significa ser de derecha, como tampoco me queda claro quién es el verdadero contrarrevolucionario entre el que apoya a la dictadura (incondicionalmente, en el caso de Silvio) o el que se opone a ella. Esas etiquetas ya no me quitan el sueño.
Lo que sí es vital para mí es comportarme como un hombre libre y no permanecer indiferentes ante la tragedia que vive mi país. No tengo estómago para mirar para otro lado, prefiero renunciar a todo antes que hacer tanto silencio a cambio de tan poco.
La más reciente campaña publicitaria de Brugal, el ron de los dominicanos, apela a la libertad de ser. Con dos vasos de Extra Viejo a las rocas, Diana y yo brindamos por eso… y porque Ariel Ruiz Urquiola, gracias a la solidaridad de tantos “contrarrevolucionarios”, vuelva a cultivar rosas blancas, en junio como en enero.

02 julio 2018

Mis dos mitades

El domingo en la tarde me puse a mirar la Loma de Thoreau desde el solar de enfrente. Primero repasé todo lo que hemos avanzado desde la noche en que llegamos por primera vez. Nada de lo que tenía delante estaba ahí hace dos años. Entonces pensé que me hubiera gustado enseñárselo a mi padre y a mi abuelo.
Mi padre, Serafín Venegas Nodal, y mi abuelo materno, Aurelio Yero Alonso, eran polos opuestos. El primero prefería la vida a la intemperie. Para el segundo no había mejor vida que la de su hogar (vivió siempre en estaciones de trenes, es decir, en el mismo lugar donde trabajaba). 
Mi padre fue muchas cosas, desde guerrillero hasta pescador submarino, y en todo lo que hacía procuraba ser el mejor. Alardeaba de su talento como montero, pescador, carpintero, albañil, electricista, mecánico, plomero, chofer en carretera o timonel en alta mar.
Mi abuelo solo fue ferroviario. Dedicó toda su vida útil a los trenes y a la felicidad de su familia. Por eso, además de tener un farol y un itinerario, cultivaba el arroz y ordeñaba sus vacas. Solo era excesivamente cuidadoso con tres cosas: su mujer (mi abuela Altántida), su letra Palmer y las cercas de su potrero. 
Mi padre oía música todo el tiempo. Mi abuelo siempre prefirió el sonido ambiente del Paradero de Camarones. Tengo incontables recuerdos de mi padre cantando a la Aragón por las calles de Manicaragua. No olvido las silentes lecturas de mi abuelo en su sillón de por las tardes.
Esta semana terminamos de cercar. El sábado me lo pasé poniendo los herrajes de las puertas. Con mis herramientas, corregí algunos errores del carpintero para que todo quedara perfecto. Mientras miraba la obra desde lo alto, me di cuenta de que en ella había tanto de mi padre como de mi abuelo, igual que en mí. 
Seguí haciendo silencio por un largo rato. Luego empecé a cantar.
“Pregúntame cómo estoy.
¿Cómo estás?
¡Estoy muy bien!
Pregunten por qué estoy bien.
¿Por qué, por qué?
Porque tengo mi casita pintadita,
con cerquita, se ve de lo más bonita…”.