01 marzo 2018

Odette Alonso: “Rara vez hablo de Cuba, no me interesa amargarme la vida”

Tengo un recuerdo idílico de la última vez que nos vimos. Fue la noche inaugural del BarTolo, un espacio que Bladimir Zamora, Omar Mederos y ella crearon en la Casa del Joven Creador de La Habana.
La principal excusa era rendirle homenaje a dos de los signos de identidad más imperecederos de Cuba: el son y el ron. Abría a medianoche, a la misma hora que, según Beny Moré, empiezan la vida y el amor.
Generoso Jiménez fue el primer invitado. Nos habló del Beny, de la Banda Gigante y de aquella Cuba que no alcanzamos a conocer. Cuando salimos a la Avenida del Puerto ya era de día. Seguramente nos dimos un abrazo de rutina, convencidos de que nos volveríamos a ver pronto.
Pero la Cuba en la que estábamos parados también se acabó de pronto, como la que nos había contado Generoso. Un día me dijeron que se había ido a México. Luego me enteré que no volvería. Gracias a las redes sociales nos saludamos casi a diario y nos mantenemos al tanto el uno del otro.
Pero nos debemos demasiados abrazos y rones. Esta entrevista se ha encargado de recordárnoslo. Con ustedes, Odette Alonso, una de las mejores escritoras de mi país y uno de los seres humanos más auténticos, honestos y buenos que he conocido.

Vives en México desde principios de los noventa. Ni las crisis, ni la violencia, ni los terremotos han logrado que te muevas a otro lugar. ¿Qué te ha atado a ese país por más de 20 años? 
26, para ser precisos. Creo que a veces no somos tan conscientes de lo que nos mantiene unidos a determinados sitios. Hace un par de años una médium, en plena consulta, me preguntó: ¿Alguna vez has pensado en irte de México? Le respondí que nunca y me dijo: Ni lo harás; tú tienes más que ver con México de lo que tú misma sabes.
Ésa es, tal vez, la respuesta más atinada.

Para los que nacimos y crecimos dentro de una dictadura, aprender a vivir en libertad acaba siendo un largo y difícil aprendizaje. Siempre he admirado la responsabilidad con la que tú eres libre. ¿Qué significa para Odette eso?
En México conocí la libertad, tal vez ésa es una de las razones más poderosas que me mantienen en este país. De sopetón y poco a poco, fui aprendiendo a tomar decisiones sin pedir permisos ni consultar ni preocuparme demasiado por lo que piensen los demás al respecto: si algo se llama libertad, es eso. En la vida como en la literatura.

Hace más de 20 años que no nos vemos. Para que no me tome de sorpresa el día que por fin nos reencontremos, ¿podrías advertirme qué se mantiene intacto de la Odette que conocí y qué ha cambiado radicalmente en ella?
Intactos, el humor, la risa, la picardía, el gusto por los buenos tragos y el amor por los amigos. Lo que ha cambiado es que rara vez hablo de Cuba, no me interesa amargarme la vida.

Sin embargo, vuelves a Cuba con cierta regularidad…
Cada diciembre llego a Cuba y me encierro en casa de mi mamá; a eso voy, a estar con la familia. En ocasiones coincido con algunos amigos de los que quedan allá y siempre es bonito reírnos y brindar.
Lo demás, comer frituras de malanga (que no hay en México), sentarme en el Malecón y sí, recorrer media Habana buscando las cosas que faltan en la casa o llevarlos a comer a los lugares que les gustan donde, por lo general, hay que zumbarse una cola del carajo.
Cuba, pues.

Aunque te comportas como una mujer joven y tienes una pareja joven, ¿qué ha significado para ti ver la vida desde la altura de los 50 años?
Es bonito llegar a esta edad, a la que antes veíamos ancianos a nuestros antecesores, y sentir que estamos bien.
Es como tener 30 a los 50. A mí me encantan los jóvenes, supongo que porque he logrado mantener ese espíritu, aprendo muchísimo de ellos y creo que vale más hablar de los goces de la vida que de la postmenopausia.
No me ha ido mal en la vida, la verdad. ¿Y sabes qué? Ahora mismo soy feliz.

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