16 enero 2017

12º Celsius

El jueves pasado dormí solo en la Cabaña de Thoreau (en la tarde del viernes bajé al pueblo a buscar a Diana. Llegó en autobús, muerta de frío y feliz del viaje que había hecho). Por una avería, no había electricidad. A la luz de una lámpara me hice unas salchichas, me bebí dos rones y leí cosas de Sam Shepard.
Me levanté a las 5. Colé un café Bustelo y me fui a caminar por el bosque. Nuestro gato Barbieri, como si fuera un perro, me seguía los pasos. Cuando volví quise escribir algo sobre pies secos y pies mojados, también sobre la resignación de los cubanos a que sean otros los que decidan nuestro destino y el futuro de nuestros hijos.
Pero me puse a mirar un arriero (los dominicanos le llaman pájaro bobo) que bajaba con torpeza desde lo alto de un pino, mientras perseguía a un bellísimo lagarto. Los cubanos varados en los aeropuertos, las selvas y el mar. El lagarto ya en el pico del ave.
Anoté la temperatura. 12 grados Celsius. Al final ese dato fue lo único que quedó por escrito. Sin querer, así fue que logré el primer post de 2017… y en muchas semanas.

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