15 junio 2016

No estaré en La Habana para celebrar los 30 años de Giros

Suelo recordar los momentos más importantes de mi vida por la música que oí dentro de ellos. El disco Giros, de Fito Páez, fue la banda sonora de mi último año en la Escuela Nacional de Arte de La Habana. Corría 1986 y aquellas nueve  canciones me inspiraban más que ningún otro sonido.
Fue Víctor Varela (el hermano de Carlos) quien me grabó el cassette. Él, a su vez, lo copió de un álbum original que Santiago Feliú acababa de traer de Buenos Aires. Eran los días en que Mijaíl Gorbachov había comenzado un osado programa de reformas en la Unión Soviética.
Poco después todo nuestro optimismo se pronunciaba en ruso y se podía resumir a dos palabras: glásnost y perestroika. Me veo claramente, vociferando por el trillo que atravesaba un bosque hasta llegar a los albergues: “¿Quién dijo que todo está perdido? ¡Yo vengo a ofrecer mi corazón!”.
Poco después prohibieron las revistas que llegaban de Moscú y Fidel dio un largo discurso. Empezó con  la advertencia de que en Cuba nada cambiaría y acabó con la consigna “¡Socialismo o Muerte!”. A partir de ahí, y gracias a Fito, nos declaramos en cortocircuito.
Mi generación se había pasado la vida viendo cómo hacían el mundo y, por lo visto, nunca tendríamos la oportunidad de hacerlo nosotros. Por eso muchos de nosotros tiramos un cable a tierra y decidimos marcharnos. Esa es la razón por la que no estaré en La Habana, cuando Fito celebre los 30 años de Giros.
Aun así quiero dejar constancia de mi gratitud por ese disco. Por él entendí que no tenía mapa en este mundo. Por él tomé algunas de las decisiones más apresuradas (y hermosas) de mi vida. Ahora mismo tengo una canción en la cabeza y no puedo parar: “miren todos, ellos solos pueden más que el amor y son más fuertes que el Olimpo”.
Otra vez gracias, Fito, por esos giros en los que he dado tantas y tantas vueltas.

No hay comentarios: