25 mayo 2016

La luz siempre tardía de los faros

Ninguno de los dos lo recuerda,
pero aquella noche
la pasamos sobre el agua,
mientras la columna de humo
nos llevaba lejos
de todos esos lugares
en los que al final
nunca podríamos quedarnos.

Ni tú ni yo conservamos nada
de aquel largo amanecer
entre los cayos,
la neblina del Golfo
y la luz siempre tardía de los faros.
Desde entonces viajamos juntos,
amor mío,
aunque no tengamos manera de probarlo.

Basta la certeza de que estábamos allí,
buscando alguna señal en el mar
o en nuestros propios ojos,
intuyendo los recuerdos
que nos esperaban
muchos años más tarde,
apenas unos días después
de que lográramos escapar por última vez.

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