Cuando hacen un faro tierra adentro,
a más de un kilómetro de la costa,
no es para alumbrarle el camino
a los que llegan
sino para ocultárselo
a los que no se quieren ir.
Un faro que permanece a oscuras
y lejos del mar,
está hecho para que sigas su sombra.
Camina junto al muro de ladrillos.
Sigue el sendero de los gallos de pelea,
las tumbas de los gatos de seis dedos
y las botellas de ron vacías.
No te detengas hasta que llegues
a la vieja máquina de imprimir barbas.
Hazte una moneda que no sirva para nada
y deja de pensar en el camino de regreso.
A veces es bueno creer
que en lugares como este
uno se puede quedar para siempre;
aún cuando tengamos que abandonarlo
antes de que caiga la tarde,
en silencio,
hambrientos y borrachos,
dejando que la oscuridad del faro
quede a nuestras espaldas.
4 comentarios:
Por un momento recordé los gatos de seis dedos de la casa de Hemingway...
Me refiero a los gatos de Hemingway, Anónimo. El faro está justo frente a su casa en Cayo Hueso.
Perfecto. Cuando vaya veré el faro. Hasta ahora, entre otras cosas, he disfrutado el "misterio de los gatos" gracias a un documental.
Y gracias por su gentileza al dedicar tiempo y entusiasmo a contestar o edificar a sus lectores.
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