22 mayo 2014

La libertad del hijo que nadie quiso

Ángel Santiesteban dice adiós desde una prisión de La Habana. (Foto: 14yMedio)
En una entrevista que le hizo Amaury Pérez, en junio de 2011, Silvio Rodríguez admite que siempre disfrutó de libre acceso a internet en Cuba. Fue en una pregunta acerca de su blog. Según él, estaba navegando en una web que le habían recomendado cuando advirtió que en la parte superior había una preguntica: ¿Quiere hacer un blog?
—Pinché y me abrió una página —cuenta el trovador—. Ponga su nombre, puse el nombre. Pinche aquí. ¡Ya usted tiene un blog! No, espérate, no puede ser así. Y fue así. Entonces hice un primer escrito, que le llaman post en el mundo de los blogs, y ya, y de pronto empezó a meterse gente, a decir cosas, a dar opiniones, a participar y bueno, de pronto ya hay más de…
Esa experiencia tan simple está vedada para la inmensa mayoría de los cubanos. Si a Silvio, que ha viajado el mundo entero y ha disfrutado dentro de la dictadura de toda clase de privilegios, llegó a sorprenderlo, imaginen cómo será para los cubanos comunes y corrientes, esos que solo tienen acceso a la zona más asfixiante de su realidad.
En 2008, Ángel Santiesteban vivió unas semanas en mi casa de Santo Domingo. Esos días nos sirvieron para poner al día nuestra hermandad, que es fruto de una amistad que tuvieron nuestras madres en su infancia. En algún momento, hablamos de la gran revolución que se estaba produciendo con la web 2.0 y las redes sociales.
Al principio le costaba trabajo entender eso de que la comunicación había dejado de ser un monólogo y se había convertido en un diálogo plural. Luego hicimos una larga exploración por los blogs de asuntos cubanos. Discutimos largamente sobre una sola pregunta: ¿para qué sirve tener una bitácora en un país donde nadie o casi nadie tiene acceso a Internet?
Minutos después nació la idea de Los hijos que nadie quiso. Luego, desde la distancia, empecé a ver cómo aquel “juego”, en manos de Ángel, se fue convirtiendo en un admirable acto de fe. Post tras post, el escritor fue colgando todas las verdades que llevaba por dentro… hasta que fue condenado.
Mientras Silvio presta su blog a los más retorcidos conservadores de su generación y lo pone al servicio de espías y perseguidores de cualquier nacimiento; Ángel solo lo hizo para un final y eso le costó ir la cárcel. Desde entonces, el hijo que nadie quiso disfruta de una gran libertad tras las rejas.

1 comentario:

Juan Suarez-Rivas dijo...

Estupendo. Hago lo que esta a mi alcance: distribuyo tu relato.