02 noviembre 2013

En tránsito

(Escrito para la columna Como si fuera sábado, de la revista Estilos. A propósito de una criminal Sentencia del Tribunal Constitucional de República Dominicana, que despoja de su nacionalidad a miles de dominicanos descendientes de haitianos)

Celestino, desde antes del alba, se levanta cámara en mano. Cuando en Caracas se le cerraron todas las puertas, metió cada uno de sus sueños y toda su música en una maleta. Con esa carga, su mujer y su hija aterrizó en Las Américas.
Desde entonces su obra es dominicana. Cada uno de sus documentales contiene algunas de las imágenes más esperanzadoras que se puedan conseguir en este país. Sus protagonistas suelen tener rostros humildes y anónimos, aún después de saber cómo se llaman seguimos desconociéndolos.
Aunque Celestino es venezolano, ha dejando una huella en República Dominicana que ya es imprescindible. Lo mismo sucede con Fernando, un fotógrafo de Valladolid que llegó hace años y, después de una admirable trayectoria, se le hizo imposible regresar a casa.
Ya era demasiado dominicano para volver a ser español. Cada vez que me reencuentro con él tiene un proyecto aún mayor entre manos. Con la misma tenacidad que ha resguardado su obra, ha defendido su amor por este país. No es que lo exhiba, es que lo lleva con él a donde quiera que va. Orgulloso, pleno.
Marianela es cubana, pero sus convicciones y su arte son universales. Llegó a Santo Domingo cuando no pudo más con el frío de Filadelfia. Pocos meses después ya había resuelto, en una coreografía, muchas de las ecuaciones que plantea un país con tantas identidades y con una diversidad cultural tan desmesurada.
Gracias a su oficio y a su perseverancia, la gestualidad de los dominicanos ha sido admirada en importantes encuentros de grupos danzarios en el Caribe, Suramérica y Europa. Su compañía de danza contemporánea, integrada por jóvenes bailarines dominicanos que se formaron con ella, continuará llevando su arte por el mundo durante todo el 2013.
Justin es norteamericano, forma parte de un proyecto de la MacArthur Foundation y National Science Foundation, de Estados Unidos, para la preservación del hábitat de la golondrina verde en Villa Pajón, Constanza.  Con un grupo de colaboradores dominicanos ha construido cientos de nidos.
Las golondrinas verdes son incapaces de hacer sus propios nidos, dependen de las cavidades de los barrancos o los hoyos abandonados por los pájaros carpinteros. Gracias al proyecto donde trabaja Justin, República Dominicana se ha vuelto cada vez más hospitalaria con esta especie que vuela desde Norteamérica para pasar el invierno aquí.
Bienaimé es guachimán. Cuida de mi calle mientras todos dormimos. Hace 20 años que vive en República Dominicana. Cortó caña en más de 10 zafras y trabajó en la construcción de más de 15 edificios. Ahora vive en un pequeño cuarto con sus escasas pertenencías: dos pares de zapatos, tres camisas, un pantalón y un radiecito.
Todas las madrugadas, cuando paseo por mi calle con Laika, Bienaimé y yo nos saludamos. Siempre está oyendo música haitiana. Esos ritmos me impulsan antes que el primer café. Todas las noches, cuando vuelvo a pasear a Laika, Bienaimé sigue ahí, acompañado por la soledad de las canciones que salen del radiecito.
Celestino, Fernando, Marianela, Justin, Bienaimé y yo somos aves de paso, como muchos otros extranjeros que todos los días de su vida se levantan a trabajar para que República Dominicana sea un país mejor. Desconozco su estatus migratorio, solo reparo en sus intenciones.
Al final todos somos como las golondrinas verdes. Dedicamos todos nuestros esfuerzos para dar gracias por el nido que nos ofrecieron… Aunque algunos se enfrasquen en insistir que solo estamos en tránsito.

5 comentarios:

Blanca Acosta dijo...

!Que triste! Estabamos llamados a ser golondrinas verdes, en vez de nacer y morir en la Perla de las Antillas, la Llave del Golfo, la isla que no tiene ni animlaes ni plantas venenosas.

Hamlet Otáñez dijo...

Conmovedor. Pero yo retiraría el término criminal. Yo tampoco hubiera evacuado esa sentencia, pero los demócratas aprendimos que la disidencia no es crimen, especialmente si tienen asidero legal. Abrazo de alma.

Unknown dijo...

Preciso. Conmovedor.

Camilo Venegas dijo...

Querido Hamlet Otañez la Sentencia sí es criminal porque promueve un genocidio civil contra miles de dominicanos por el simple hecho de ser descendientes de haitianos.

Jorge Sarlabous dijo...

Muy bueno, de acuerdo en todo, lo leí en Estilos. Los queremos,