20 marzo 2013

El viento distante


En el centro exacto del Paradero de Camarones hay cuatro esquinas. Todos los que van a tomar alguna dirección tienen que llegar a ese punto. Hacia Cruces se va por el Norte, a Cienfuegos por el Sur, a San Fernando de Camarones por el Este y a Ciego Montero por el Oeste. Justo en esa encrucijada, debajo de un mutilado laurel de la India, se sentaban los viejos de mi pueblo.
No se movían del banco en todo el día. En la mañana estaban soñolientos, antes del mediodía con cara de hambre, en la tarde de buen humor, al oscurecer borrachos y tarde en la noche otra vez soñolientos. Ese ciclo solo lo detuvo la muerte, que los fue llamando uno a uno hasta exterminarlos.
Felipe Cervera, Claudio el Zapatero y Macho Calixto eran los primeros en llegar y los últimos en irse. Si se quería saber algo de alguien, bastaba con preguntarle a ellos. Para cada pregunta tenían una respuesta precisa, que solían decir sin mirarte a la cara, con la vista fija en el viento distante de los cañaverales.
—Aracelita acaba de llegar en la guagua de Cienfuegos.
—Chena pasó con la carretilla para la estación a llevar las películas.
—Isidro anda repartiendo los periódicos para el barrio de Las Latas.
—El ruido de ahorita fue en casa de Maño, le explotó la olla de presión.
—La pipa de cerveza todavía está para Manacas.
—El tren de Cumanayagua no ha salido del ramal.
—Hoy es seguro que llueve.
Cuando comenzaba la zafra y se desataba el tiempo de frío, los viejos de mi pueblo sacaban sus raídas camisitas de corduroy y metían las manos debajo de los muslos. Así las mantenían a salvo de esa frialdad que tanto dolor les dejaba en los huesos. Solo iban a sus casas a satisfacer sus necesidades básicas, el resto del tiempo se lo pasaban allí.
A ninguno de ellos siquiera le pasó por la cabeza irse a otra parte que no fuera la sombra deslizante del mutilado laurel de la India. En la mañana estaban soñolientos, antes del mediodía con cara de hambre, en la tarde de buen humor, al oscurecer borrachos y tarde en la noche otra vez soñolientos.
Cuando murió el último dejó un vació enorme. Hasta el viento distante de los cañaverales les echa de menos.

8 comentarios:

G dijo...

Esto es Literatura, con mayúsculas y signos de admiración... Cada vez me gusta más tu Paradero de Camarones.

Anónimo dijo...

GENIAL!!!!!!!! TODOS NUSTROS PUEBLOS DE CAMPO HAN TENIDO A ESOS VIEJECITOS.

Anónimo dijo...

POR ESO ES QUE ME GUSTA EL FOGONERO, PORQUE APARTE DE LO QU TU PIENSAS EN POLITICA, Y LA MAYORIA DE LAS VECES ESTAMOS DE ACUERDO, UNO PUEDE ENCONTRARSE TEXTOS COMO ESTA.

Manuel Sosa dijo...

...y los viejos sueñan morirse en paz, y morir por morir, quieren morirse al sol, la boca abierta al calor, como lagartos, medio ocultos tras un sombrero de esparto.

Anónimo dijo...

Escribe ud. muy bien.Describe con nostalgia esos tiempos pasados que en este caso SI fueron mejores.Desde España reciba un cordial saludo.Manuel

Anónimo dijo...

No tiene que ser un pueblo de campo en la ciudad sucedia lo mismo recuerdo a los viejos de mi barrio en la esquina de la bodega a veces conversando otras ponian su mesa de domino bonitos recuerdos aquellos

blimunda dijo...

Sigo el blog hace mucho tiempo, uno de los pocos que se leen de una manera coherente.
eso y que soy originaria de San Fernando de Camarones y me toca mucho cada escrito sobre la nostalgia y los trenes.

El Jose dijo...

Siempre termino con un nudo en la garganta brother!