09 diciembre 2012

Los Búfalos no tocan los libros cuando leen


(Escrito para la columna Como si fuera sábado, de la revista Estilos)

Pertenezco a un raro club. Está integrado por un uruguayo, un venezolano, un español, un dominicano y dos cubanos. Solo comentamos lecturas. Aunque todos escribimos y tenemos libros publicados, jamás hablamos de lo que hacemos. Nos reunimos, con disciplina masónica, a hablar de obras ajenas.
Nos llamamos Los Búfalos y nos juntamos un martes sí y un martes no. Aunque nunca faltan los destilados y el buen humor, todo se lleva a cabo bajo estrictas leyes: El anfitrión del próximo encuentro decide la obra que se discutirá en su terreno. Las lecturas son obligatorias, sin excusas. Recomendar un mal libro puede ser penalizado.
Lo que empezó como una broma, ha acabado en blanco y negro en un documento redactado por uno de los más reconocidos abogados de Caracas. El “Código Búfalo” despeja todas las dudas que se puedan tener sobre las interioridades del club. Solo se ha sido flexible en un punto: se aceptan los libros que no se puedan tocar.
A todos nos encanta ir a Cuesta (el uruguayo e incluso el madrileño aseguran que es una de las mejores librerías de Iberoamérica), pero la mayoría de las veces compramos los libros en tiendas electrónicas. Unos van con su Kindle y otros con el iPad. Rara vez alguien asiste con un libro físico en las manos.
En el último encuentro, celebrado en uno de los bares del Hotel Hilton, hablamos mucho de eso. El venezolano y uno de los cubanos, que son los más reticentes al respecto, aceptaron que leer en esos artefactos es mucho más cómodo y permite una interacción que no es posible con el libro de papel.
Es cierto que la pantalla no huele, que no se puede manosear, que no sufre ese delicioso deterioro que vamos provocando al avanzar en un tomo; pero hay muchas recompensas por ello. Como dije al principio, cinco de los seis integrantes somos extranjeros. A todos nos ha tocado abandonar bibliotecas enteras y en el caso de algunos más de una vez.
Yo, por ejemplo, he llegado a buscar muchos libros en vano. Después de mirar en el estante al derecho y al revés incontables veces, he caído en cuenta de que ya no los tengo conmigo, que se quedaron abandonados en La Habana. Y pocas cosas producen tanto desasosiego como admitir que has perdido un libro del que nunca te separarías.
Con los libros electrónicos no pasa eso. Si logras subirlos a una nube, los habrás hecho tuyos por siempre. A partir de ese momento, en teoría, irán contigo a todas partes y estarán ahí, en la punta de tus dedos, cada vez que necesites hojearlos.
Pero eso no quiere decir que se acaban las angustias. Si antes las preocupaciones eran las polillas, la humedad o el polvo, ahora son la carga de la batería, la conexión a internet y los ladrones (a nadie se le ocurriría arrebatarte un ejemplar de la “La montaña mágica” de las manos, en cambio un iPad…).
Hasta ahora, todos los cambios de formatos que conocíamos solo atañían a la música. Soy de una generación que vio morir al long play, al casette y al CD; pero que siempre vimos al libro como algo intocable, imperecedero. A ninguno de nosotros nos pasó por la cabeza que la revista Rolling Stone se podría llegar a leer dentro un teléfono.
Pertenezco a un raro club. Soy un búfalo. Ya no toco los libros cuando los leo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero me quedé esperando algo, Camilo: no podrías mencionar los libros que han leído y discutido en el club? Creo que nos encantaría ver esa lista búfala.

Juan Carlos Recio dijo...

Me alegro por lo que cuentas y entiendo la modernidad con todas sus comodidades, pero leer más de 20 páginas en digital me produce fatiga. Y mira que me considero de varios mundos, de otro mundo y del que viene...Pero no es sólo oler y sentir, el libro de papel es como ver cuando se peina una Reina, a la luz de un ventanal, parece que todo el mundo entra en ese espacio y que lo real y la ficción y que la vida de los otros nos pertenece en esas formas más primitivas. Eso pienso. Un abrazo guajiro.

Anónimo dijo...

Y la lista?