31 octubre 2012

El éxito de Ángel Castro, el fracaso de su hijo Fidel


La casa de natal Ángel Castro, el padre de Fidel y Raúl, se ha convertido en lugar de peregrinación. Según La Voz de Galicia, tanto simpatizantes como detractores del régimen cubano viajan hasta Láncara, en Lugo, para conocer el modesto hogar.
El general de brigada Armando Choy, quien ahora comanda el grupo empresarial Torregroso, ha sido uno de los últimos en movilizarse hasta esa remota aldea. Choy se sorprendió por el origen humilde del padre de sus jefes. Luego, manifestó su consternación por el estado ruinoso del inmueble.
Esa casa es la prueba del éxito de Ángel Castro y del fracaso de su hijo Fidel. El campesino gallego llegó a Cuba como soldado, para luchar contra el ejército libertador. Después de haber sido deportado, regresó a la isla en 1905 en busca de oportunidades para su espíritu emprendedor.
Logró convertirse en un exitoso colono. La foto del coche motor en el que se movía la familia Castro por los ferrocarriles del Oriente, es un testigo de excepción de esa bonanza económica. En 1959, Fidel y Raúl se hicieron del poder gracias a una insurrección armada. En pocos meses desarticularon la república que había hecho posible un caso de éxito como el de su padre.
Ahora Cuba produce menos azúcar que a finales del siglo XIX, cuando estaba devastada por la guerra que motivó el primer viaje de Ángel. La nación se ha convertido en un páramo improductivo donde los emprendedores no tienen cabida. No hay ni una razón por la que un hombre como el gallego Castro quisieran afincarse en ella hoy.
Aun cuando el país entero está en ruinas, el régimen de Fidel y Raúl prefiere restaurar una humilde casa de Galicia. No advierten que al salvar ese lejano símbolo, están demostrando el fracaso de la revolución desde su lado más íntimo: el familiar. 

30 octubre 2012

El comandante Menoyo y el chivato Capote


El día que supe que el escritor cubano Raúl Capote era un agente de la Seguridad del Estado, traté de recordar las conversaciones que tuvimos. Reuní los pedazos que me quedan en la memoria de aquel Cienfuegos, de aquella Cuba. Sentí pena, mucha pena.
Nunca más volví a pensar en eso hasta ayer, en que un amigo común me remitió un link de su blog El adversario cubano. Aunque el nombre está puesto con esa intención, no logra confundir a nadie. No se trata de la bitácora de un escritor, sino de la agenda de un policía.
El envío del amigo era a propósito de un post: “La muerte de Eloy Gutiérrez Menoyo”. Cuenta Capote un encuentro suyo con el comandante en la Feria Internacional del Libro de la Habana. Como se sabe, ese evento se celebra en  la Fortaleza de la Cabaña, una antigua prisión donde Ernesto Guevara ejecutó antes del juicio a cientos de cubanos.
Aunque Raúl trata de humillar a Menoyo en el mismo escenario donde ya había sido vejado por Fidel Castro, durante más de dos décadas de presidio, no hace falta defender al héroe del cobarde. La historia se hará cargo de eso cuando recupere la libertad de poner las cosas en su sitio.
Cada hombre es libre de tomar el camino que prefiera, pero si elige el del miedo siempre será un preso de sí mismo. Por eso, de todo lo que dice Capote, solo quisiera pedirle que tenga la delicadeza de no mencionar a Patricia Gutiérrez Menoyo en sus ripiosas palabras.
Ella es ahora una dama llena de dolor. Por segunda vez en su vida se está acostumbrando a la idea de seguir adelante sin la presencia de su padre. Al menos respeta eso, compadre. Sé que te pido demasiado al reclamarte un poco de pudor, pero haz un esfuerzo.
Una última cosa. No digas más que eres amigo de gente que te abrazó en el pasado. Cuando se ejerce el oficio de chivato se está exento de esa responsabilidad. No embarres con tu actual miseria a los que una vez te quisieron limpiamente.

26 octubre 2012

La última batalla del comandante Menoyo


Mi tío Aramís no sabe regalar elogios. Tiene el duro y empecinado carácter de los Yero. Cuando confiesa su admiración por alguien, es porque esa persona ha pasado ya todas sus pruebas de resistencia. Sin embargo, hay unos pocos nombres que lo llenan de orgullo, que lo ponen feliz de solo pronunciarlos.
Cuando Aramís habla de José Martí, Beny Moré o Miguelito Cuní, los ojos le brillan. Para él, esas personas encarnan sus ideales, su identidad y su credo. Hay otro nombre, pero de un tiempo a esta parte lo decía con tristeza, con un raro dolor que siempre se acababa en una mueca.
Aramís fue compañero de armas del comandante Eloy Gutiérrez Menoyo. Durante el tiempo que estuvo bajo sus órdenes, en las montañas del Escambray, aprendió a respetarlo como a un padre. Luego, empezó a verlo como un héroe, como uno de esos hombres que uno pone en el altar invisible de la devoción.
Hoy ha muerto en La Habana uno de los luchadores más valientes y contradictorios que ha conocido Cuba. A su última batalla fue sin armas, con la convicción de que un hombre desarmado podía derrotar a una dictadura que ya no necesita de los fusiles. Un silencio absoluto acabó por derrotarlo.
Hoy será un día largo y triste para mi tío Aramís. Acaba de perder a su líder. Al hombre con los cojones más grandes de todos los que ha conocido en su vida. Cuba también debería tener un día largo y triste. Al comandante Menoyo se le debería despedir con los honores de un héroe y con las banderas a media asta.
Pero ya dije que fue vencido por el silencio. Solo él le acompañará en el corto camino hasta su última morada.

25 octubre 2012

Dos ciclones


En 1963, el ciclón Flora se ensañó con el oriente cubano. Aunque sus vientos no eran tan fuertes, dibujó dos lazos mortales sobre la cabeza del caimán. Esa absurda trayectoria provocó devastadoras inundaciones. El documental Ciclón, de Santiago Álvarez, relata como nada la tragedia.
En las primeras imágenes de la película se aprecia una sociedad en auténtica revolución. Hombres y mujeres construyen sin parar el mundo mejor que sueñan para sus hijos. Todos sin excepción miran a la cámara y sonríen. Un son montuno acompaña lo que parece una danza de la felicidad.
Se superponen carreteras y puentes en construcción, sembradíos en plena cosecha,  granjas y centrales que no paran de producir. Todo parece estar en movimiento.  Es obvio que un enorme cambio se gesta tanto en el paisaje como en el interior de la gente. Pero de pronto, el ojo de un huracán le pone punto final al optimista preámbulo.
De ahí en adelante, el ciclón Flora se empeña en demolerlo todo. Dos veces vuelve sobre sus pasos. Sus inexplicables retrocesos siembran de muerte y destrucción todo lo que prosperaba unos segundos antes. Cuando vuelve la calma, los rostros de los que antes sonreían, ahora circunspectos, se entregan a la reconstrucción.
Hoy, cuando vi las primeras imágenes de Santiago de Cuba tras el paso del huracán Sandy, recordé la película de Santiago Álvarez. Todos, tanto la ciudad como la gente, se ven muy envejecidos. Es como si el ciclón hubiera chocado contra un cuerpo moribundo que ya no tiene fuerzas para hacer nada.
A través de esos dos ciclones también se puede contar la historia de la revolución cubana. El documental del Flora no tiene palabras. Las imágenes de Sandy tampoco las necesitan. La magnitud de la tragedia se explica por sí sola.
No me refiero al daño hecho por los ciclones. Hablo de lo que el país tuvo que soportar durante 49 años. Esa es justo la distancia que hay entre un fenómeno y el otro.

18 octubre 2012

Los muertos no escriben



Con la intención de frenar el rumor de que Fidel Castro agoniza o, incluso, ya pudiera estar muerto, el periódico Granma publica hoy una carta del dictador cubano. Está dirigida a los graduados del Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas Victoria de Girón. Tiene 320 palabras.
Lo primero que llama la atención de la extraña “prueba de vida” es que no parece haber sido remitida desde este mundo. Con tantas cosas importantes, asuntos claves y hechos trascendentales que han ocurrido desde la última reflexión hasta hoy, cuesta creer que el Comandante eligiera precisamente a esos muchachos.
Es notorio, también, el cambio de estilo. Los últimos escritos de Fidel eran telegráficos, tanto, que uno tenía que adivinar en sus frases inconexas lo que se trataba de decir. ¿Cómo es que ha logrado retomar su verborrea con tanta soltura? ¿A qué se debe ese palabrerío fuera de contexto?
Si no es un apócrifo, puede tratarse de un viejo borrador o de un documento que, por alguna razón, nunca se hizo público. Pero es obvio que ese mensaje no fue escrito por Fidel el 17 de octubre de 2012, a la 1 y 20 p.m. La dramaturgia falla por todos lados.
Ya se nota el cansancio del equipo de comunicaciones del régimen. Las estrategias resultan menos creíbles que nunca. Se sabe de sobra que los muertos no escriben. Todas las veces que lo han hecho ha sido en historias de ficción, a través de las tramas más fantasiosas y horripilantes.