29 agosto 2012

Nuestros hijos


En la televisión cubana de mi infancia había un programa que se llamaba Nuestros hijos. Educadores, sicólogos y especialistas de diferentes disciplinas instruían a las familias sobre cómo formar al hombre nuevo, la generación que le daría continuidad a la obra de la revolución.
El programa tenía un horario estelar en el Canal 6, justo antes de las novelas, de manera que todos tuvieran que verlo. Hablo de un país donde solo habían dos opciones. Si no era la temporada de béisbol, en el Canal 2 se dedicaban a pasar documentales soviéticos o reportajes sobre la marcha de la zafra. 
Para acompañar a los panelistas, se rodaban imágenes de apoyo donde siempre aparecían familias felices en un entorno ideal. Los hogares que salían en la pantalla tenían todos los efectos electrodomésticos (que también eran soviéticos), cortinas, búcaros con flores y los infaltables retratos de Camilo, el Ché y Fidel. 
Con independencia del tema que se abordara, los especialistas recomendaban que los niños participaran en las actividades organizadas por la escuela. Entonces salían videos de pioneros exploradores que descubrían un lugar desconocido a través de un mapa, encendían fogatas o cantaban a coro. 
Hace dos días se supo que la hija de Marino Murillo, el vicepresidente de Cuba, había cruzado la frontera de México con Estados Unidos para pedir asilo en ese país. Aunque el suceso tuvo una gran repercusión, por la posición que ocupa en el régimen el padre de Glenda, no es una excepción ni un caso aislado. 
Pregunté en Twitter qué habría fallado en la educación de esos muchachos. "Tal vez la pregunta sea otra", me respondió Elías Amor desde España, "a lo mejor el problema estuvo en la educación de sus padres". Sus hijos supieron qué hacer con el mapa, pero ellos no lograron mantener viva la fogata.

1 comentario:

Anónimo dijo...

GUAJIRO, ESTO TE QUEDO NATURALMENTE GENIAL!!!!!