10 junio 2012

La Tertulia de Alejandro Aguilar

 
Ha tenido más de un nombre y los que acuden a ella suelen llamarla de muchas otras maneras, pero al final no es más que la Tertulia de Alejandro Aguilar en Casa de Teatro. Comenzó el 7 de junio de 2011. Unos meses después que Alejandro y Marianela Boán aterrizaran en República Dominicana procedentes de Filadelfia.
Recuerdo la noche que me contaron sus planes. La compañía norteamericana de Marianela se presentaba en Santo Domingo. Mientras los bailarines ensayaban, Alejandro y yo nos pusimos al día con la ayuda de un Brugal Extra Viejo. “Necesito volver al Caribe”, me dijo con un raro tono de desesperación.
En ese momento yo padecía de soledad crónica y mi tono no fue menos desesperado. Una semana después fui al aeropuerto a buscar a Alejandro. Solo traía consigo un tubo con obras de artistas amigos, los libros indispensables, su música y un reloj que se mantenía en pie como un danzador, a través de un raro ejercicio de equilibrio.
El día que por fin pude ir a la Tertulia, cayó el aguacero más grande que recuerdo en Santo Domingo. Cuando entré, justo frente a la puerta, estaba Diana Sarlabous. Horas después se desató una extraña complicidad entre nosotros, días después nos hicimos novios y meses después nos casamos. Hasta eso le debo a Alejandro.
El día que me planteó la posibilidad de venir a vivir a Santo Domingo, yo le dije que lo único que me faltaba en esta ciudad era alguien de mi generación con quien poder hablar de literatura. Tanto cumplió su palabra, que se convirtió en el editor de ¿Por qué decimos adiós cuando pasan los trenes? No contento con eso, me regaló también un hermano mayor (¡y del mismo padre: Freddy Ginebra!).
Mañana todos irán a Casa de Teatro con el pretexto de celebrar el primer año de la Tertulia. Aunque yo también voy a brindar por eso (allí conocí, por ejemplo, al colectivo El Arañazo, uno puñado de poetas con los que he aprendido mucho), mis razones son mucho mayores. El tamaño del regalo que me hicieron Alejandro y Marianela al abandonar Filadelfia y refugiarse en Santo Domingo, nunca podré medirlo con exactitud.
La Tertulia de Alejandro Aguilar le ha cambiado la manera de entender y hacer la literatura a muchos. A mí me cambió la vida.

4 comentarios:

Escombros Hablaneros dijo...

Una vez más gracias a la literatura, esa música convertida en palabras.

Anónimo dijo...

LOS DOS CUBANOS MAS FAMOSOS DE SANTO DOMINGO. QUE DUO!!!!!

Anónimo dijo...

Fue un placer conocer a Diana. Me alegra verte feliz, te lo mereces. Nos vemos en La Habana, caballerooooooooooo...

Anónimo dijo...

Llevo años leyendo tu blog, pero desde que Diana anda por ahi es como una especie de "upgrade"

Me recuerda cuando volví a La Habana y me sentía feliz de poder mostrarle a mi hija el zoológico de 26 y verla feliz con el aleteo de los pajaros. a pesar, de ser un lugar lamentable, si los hay: los animales nunca van a votar ni en dictaduras ni democracias...

Mi hija redimía ese viaje al lugar donde uno fue feliz, pero ya no. O casi no. Pero de pronto sí, gracias a esa persona especial que nos acompaña.

Que seas feliz. Hay veces, como en aquella película de Blind Chance (http://www.imdb.com/title/tt0084549/) que todavía podemos coger el tren correcto.