24 octubre 2011

Un mar entre montañas

Como mi padre era pescador submarino, conocí el mar desde muy pequeño. Cada vez que llegábamos a un lugar con costas, lo primero que hacía Serafín era llevarme a verlo. Pero a mí siempre me gustaron más los ríos, las pozas, los charcos, incluso las cañadas que se llenan de peces con apenas un aguacero.
Para mí este lago entre montañas era más que suficiente. Nunca necesité una extensión de agua mayor que esa para sentir la idea de libertad que inspiran el reflejo de las nubes y la suma de los diferentes azules. En el Hanabanilla aprendí a nadar y conocí casi todas las cosas que uno ansía descubrir en la adolescencia.
Dentro de lo que abarca esta foto, hay tantos recuerdos míos, que no los podría enumerar. A remo, a nado o en una lancha a motor, atravesé con Serafín cada pixel de esa imagen. Una vez, mientras él se sumergía armado con su arpón, se desató una tormenta.
Cayeron los truenos más grandes que he visto y el más largo aguacero que recuerde. Nada de eso hizo que Serafín emergiera. Cuando por fin salió a la superficie, traía un ensarte con dos truchas inmensas y no sé cuantas biajacas. Cada pez tenía un disparo perfecto, casi en el mismo punto de su cuerpo.
—Si hubieras estado allá abajo conmigo, no te habría caído ese aguacero encima —fue lo único que se le ocurrió decirme.
De regreso al hotel, el cielo se tornó tan azul y despejado como ese. Entonces el Habanilla volvió a ser lo que siempre fue para mí, un mar entre montañas.

5 comentarios:

SENTADO EN EL AIRE Juan C Recio blog dijo...

muy bello y tenemos gustos cercanos guajiro
JC Recio

Diana dijo...

Uno de los lugares más bellos de Cuba, y de ahí al Nicho!!

Anónimo dijo...

Camilo: donde te alojaste?
Estoy por seguir (parcialmente) tus pasos pronto...

Anónimo Standard

Camilo Venegas dijo...

Hola, Anónimo Standard. Diana y yo pernoctamos en cuatro hoteles. Desde ellos, trazamos todas las rutas que hicimos: Meliá Habana, Meliá Varadero, Los Caneyes (en Santa Clara) y Casa Granda (en Santiago). Pero creo que los hoteles fue lo menos importante y prescindible de nuestro viaje.
Para el próximo, pro ejemplo, quisiéramos quedarnos en El Hanabanilla y en el Meliá Santiago, porque la experiencia en el Casa Granda rozó lo desagradable.

Anónimo dijo...

Gracias Camilo por tu generosidad.

Esta claro que los Hoteles no pintan mucho, pero ya han habido en anteriores viajes mios muchos roces con lo desagradable en temas de hospedaje cuando sobrepasas el km 100 respecto a la Habana.

Y voy con "mi Diana", con lo que prefiero que sea placentera la almohada.

Llevo mucho tiempo leyendo tu blog, pero luego de meses sin leerlo he descubierto un nuevo y mejor Camilo. Muy buen blog, al menos es muy de la línea que me gusta a mi leer y antes me gustaba escribir.

Al final, el amor salva. Pero a mi no me deja ya escribir. Ser feliz es peligrosamente orientado al lado derecho del cerebro, al parecer.

Por cierto, en mi caso toda mi infraestructura familiar y amigueril esta completamente migrada y cada cual más lejos... con lo que sólo fantasmas me han de recibir y algunos muros y cosas rotas.

Me identifico, por demás, muchisimo con tu aparente monotema de los ferrocarriles.

El día que encontré tu blog, recuerdo que me acompañaba en pleno Paris el recuerdo de como me levantaba en casa de mi amante unos 10 años atrás (hombre casado, mal... mal...mal... pero tenia sólo 25 y al final fue divorcio) Si, me levantaba a media noche y escuchaba los trenes de Luyano (mi monotemática estación) mientras pensaba en mi mal comportamiento y sin embargo inmenso placer. La amante y los trenes de Luyano hace mucho desaparecieron de mi vida. Ese día estaba sólo en Paris y un raro sonido de trenes subterraneso me levantó en un Hotel extraño de una sola noche.

Busqué fotos de trenes, y ahi estaba tu blog.

Los trenes pueden devolver -o llevarse- cosas increibles.

En fin, que sub-bloggear es un mal hábito.

Mis parabienes para tí y me apunto el Hanabanilla.

Anónimo Standard