24 mayo 2011

Feliz cumpleaños, Bob

Robert Allen Zimmerman vino al mundo en Duluth, Minnesota, el 24 de mayo de 1941. Eso quiere decir que hoy, gracias a que nos libramos del cataclismo anunciado por Harold Camping, podemos celebrarle los 70 años a Bob Dylan, que es como se llama el tal Robert Allen en la memoria colectiva del mundo.
Pertenezco a una generación de cubanos que, por imposición de las circunstancias, nos esforzamos demasiado en encontrar nuestro propio Dylan. Queríamos un tipo que entonara en el idioma que hablábamos esa realidad tan excepcional que nos había tocado. Al final acabamos desistiendo. El que más cerca estuvo se hizo viejo antes de tiempo, “esclavo ya de la precaución”.
Hoy leí que hay tantos Dylan como fieles y detractores. Pero incluso a los que uno tenga algo que escatimarle, son de una autenticidad escalofriante. En la más reciente entrega de los premios Grammy, Bob apareció enfundado en su sombrero de vaquero, como si fuera un adolescente que ha entrado a una fiesta donde no le han invitado.
Esa es la misma impresión que dejan sus discos. Sea el que sea, pertenezca a la etapa que pertenezca, lo que suena es un hombre que vino al mundo a construir metáforas con la misma destreza que otros se dedican a la tierra o la albañilería. Hoy también leí que Bruce Springsteen dijo que “si Elvis liberaba tu cuerpo, Dylan liberaba tu mente”.
Ahora entiendo lo que me pasa cuando lo oigo. Me siento un hombre realmente libre, cual solamente puede ser libre.

La cañada

Al fin corrió el agua por la cañada.
Después de una larga seca,
que nos mantuvo a todos
con la vista llena de polvo
(la neblina nunca es suficiente
para cubrir tantos restos),
el hilo de agua bajó de un golpe.
Aún es muy frágil,
apenas cayó un aguacero,
pero ya se le ve la intención
de arrasar con todo,
de convertirse en arroyo
y, por unas horas,
mover el interior
de las cosas.
Su único propósito
es sacarlas de su sitio
y soltarlas más adelante,
en un lugar que no estén tan a la vista.
Su función natural ya está cumplida.
Ahí va,
efímera,
indetenible,
a meterse en el río
con la certeza de llegar hasta el mar.
La cañada,
ese resumen
tan meticuloso de nosotros mismos,
lo ha calculado todo
con precisas medidas
y ya no prepara el final de la noche
y la sucesión de los olvidos.
Por eso cuando se escurra entre las piedras
no recordaremos ni una sola cosa
de todo lo que ha pasado.

Tengo deseos de darle un abrazo a Pedro Pablo Oliva

Hace unos días traté de reencontrarme con un escritor cubano con quien mantuve, una década atrás, una estrecha amistad. No fue posible. Intercambiamos algunos mensajes a través de Facebook (pero siempre sin que él aceptara mi amistad) hasta que se perdió todo contacto. En los días cercanos a su viaje, cancelé toda mi agenda de trabajo. Traté de disponer del mayor tiempo posible para que el abrazo sucediera.
Por esos mismos días, otro escritor cubano, también de paso por República Dominicana, hizo ciertas confesiones impulsado por el ron. De memoria, citó los nombres de los que ya no tienen perdón (se refería a la lista negra del régimen). Confieso que me llenó de orgullo saber que estaba en ella y compartía sus renglones con gente tan talentosa y honesta (sobre todo consigo misma).
Admito que el rechazo del antiguo amigo me entristeció. Solo quería darle un abrazo y hablar mierda hasta el amanecer. Tenía organizada una expedición a la punta de una loma y el baúl del carro estaba lleno de alcoholes añejados en barricas de roble blanco americano (lo cual no guarda ninguna relación con mis “debilidades ideológicas”).
Mientras eso sucedía en el extremo más cercano de República Dominicana, en el más alejado de Cuba alguien era expulsado del “paraíso”. Pedro Pablo Oliva, uno de los pintores más importantes de su generación (que es la misma de los dos escritores antes mencionados), dijo por fin lo que pensaba y eso le costó que comenzara la persecución, la cacería.
No conozco a Pedro Pablo Oliva, nunca coincidimos en ninguna parte. Pero estoy convencido de que si algún día tropezamos, vamos a estar hablando mierda hasta el amanecer. Ahora es a él a quien tengo deseos de darle un abrazo.

17 mayo 2011

Café mezclado

El régimen cubano está dispuesto a mantener el monopolio del engaño a cualquier precio. Por eso se ha visto en la necesidad de proteger, con “¡una marca de agua !”, los sobres de plástico donde se mezclan media onza de café con media onza de chícharo (guisante). En esa misma porción, es decir, una onza por persona, son distribuidas a través de la libreta de racionamiento.
Los sobres “muestran la fecha de vencimiento y una marca de agua, que prueba su autenticidad, para así proteger al consumidor de esos revendedores o fábricas clandestinas, que —sin importarles la salud de la gente— agregan al café más chícharo de la cuenta”, ha dicho un funcionario.
Por cosas como esas, Marcel Duchamp pidió que lo sacaran de La Habana en el primer avión que levantara el vuelo rumbo a Europa. Surrealismo aparte, ese es uno de los síntomas que la dictadura ha logrado traspasarle a la “sociedad civil” (en Cuba no hay manera de escribir esas dos palabras sin comillas).
A ciertos intelectuales y escritores que viven dentro de la isla les pasa algo parecido. Se ven precisados a mantener el monopolio de la palabra y de las ideas cuando de su país se trata. Por eso se atrincheraron en los medios tradicionales y se han conjurado con la dictadura para atacar o descalificar toda voz que disienta o se exprese por cualquier vía que no sea estatal.
Ellos necesitan, por instinto de conservación, mantener el monopolio y asegurarse de que las cosas que producen tengan la marca de agua que las oficialice, aunque su contenido sea tan confuso como un sobre de plástico con un 50% de café y un 50% de chícharo.

16 mayo 2011

Breve interrupción

Por razones ajenas a nuestra voluntad, El Fogonero sufrió una breve interrupción la semana pasada. Algún problema en Blogspot (francamente ni averigüé de qué se trataba) provocó que se borraran los dos últimos post y los comentarios que ya tenían. Rehíce las entradas desde cero, pero lo otro era ya irrecuperable.
Con el mismo tonito que le ponía Nela del Rosario a los entreactos del Canal 6, pedimos excusas por todas las molestias ocasionadas y de inmediato retomamos nuestra programación habitual.

13 mayo 2011

La silueta


¿Cómo puedo recuperar las expresiones
de mi abuela Atlántida?
¿Cómo salvar aquel dejo
que llegó de Asturias
y subió hasta el Escambray
más intrincado
para obtener el sabor
de los cafetales,
de la sombra del guamo
y de los ríos que caen,
cordillera abajo,
hasta los puentes de hierro
que trazan los caminos
hacia Manicaragua?

¿Dónde puedo oír de nuevo aquella voz,
aquel silencio con olor a jazmines
que me besaba y quería?
¿En qué lugar está
la silueta que fue a buscarme,
bajo el sol de junio,
al sitio donde me veía forzado
a recoger el café de mis insomnios?

Ay, Atlántida, quiero oírte hoy,
ya viejo,
como nunca me imaginaste,
más necesitado y deseoso que nunca.

Los patos de Tony Soprano

En el primer capítulo de Los Sopranos, Tony le confiesa a su sicóloga que ha adoptado una familia de patos. Las aves llegaron al jardín del mafioso desde Canadá y él les ofreció el entorno de su piscina para que anidaran. Hizo que les construyeran, incluso, una rampa de madera para que bajaran al agua sin tener que saltar.
En una escena, la que más feliz se le ve en todo el episodio, se mete a la piscina con la bata de salir de la cama y le da de comer a la familia de aves. Habla con ellos, les promete una rampa de mejor madera si no les gusta la que tienen. Luego, en ese mismo capítulo, cuando descubre que los patos están levantando el vuelo para marcharse, sufre un colapso y se desmaya.
El fin de semana pasado, descubrimos que una cigüita (una pequeña ave que es muy común en toda la isla de La Española) se había metido en la casa y no encontraba cómo salir. Volaba hasta los cristales más altos y se lanzaba contra ellos. Para alcanzarla me vi forzado a caminar por una de las vigas, como un equilibrista. Cuando por fin la tuve entre mis manos y abrí una ventana para soltarla, ella se aferró a mi dedo índice con sus mínimas garras.
Estaba exhausta. Se mantuvo casi inmóvil, pero bien sujeta a mí, por un espacio de tiempo que me pareció enorme. Fue entonces que pensé en los patos de Tony Soprano. Levantó el vuelo de súbito y se hundió en el monte en cuestión de segundos. En ese momento entendí lo que sintió Tony en aquella escena. Perder por fin las cosas que de antemano sabíamos perdidas, provoca un sentimiento que muchas veces no se puede explicar.

06 mayo 2011

Caribaea

Tu estatura de pino macho es elemental,
si se quiere soberbia.
Prolongas la montaña más allá
de los mapas
y de las flores que vigilan
el estado irrecuperable de la distancia.

En mi país
hay una provincia y una isla
que llevan tu nombre.
La provincia es la punta final
donde se refugian
la soledad,
las especies endémicas
y los que fueron desalojados
antes de que llegara la noche.
La isla,
fue una cárcel,
una cantera
y un naranjal;
pero ya no es más
que un término abandonado,
una mujer sola
que no recuerda cómo se llama.

No sé si estás de mi lado
o eres propiedad del vecino.
Pero estoy seguro
de que tu silencio me pertenece.
Esa cicatriz que marcas entre las nubes
es mía y nada más que mía.
El mar aquí es una palabra innecesaria.
Tú eres todo lo que espero
de la neblina,
de la lluvia
y de esa esperanza frondosa
que sueles dejarnos en medio de la noche.

05 mayo 2011

Cuando los revolucionarios envejecen se vuelven cínicos

Odón Álvarez de la Campa, dirigente de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio, quién perdió las dos manos al explotarle el artefacto que iba a poner en la “noche de las cien bombas”.

Aunque ya Fidel Castro está jubilado, balbuceante y en chándal, se resiste a que vivamos sin su “entrañable presencia”. Por eso de vez en cuando, solo de vez en cuando, perpetra unas cuartillas donde siempre prueba, palabra por palabra, que cuando los revolucionarios envejecen se vuelven unos cínicos insoportables.
Y mentirosos. Porque parecería que el Comandante en Jefe (a lo mejor ya también renunció a ese cargo y todavía no nos lo ha dicho, como pasó con los anteriores) quiere lavar la historia (o al menos la parte en la que él aparece) con el detergente de sus Reflexiones. En ese empeño se consumen sus 16 párrafos de hoy.
Una de las claves de la democracia es que cada individuo tenga la libertad de decir lo que piensa. Como vivo en un país libre, he podido participar en muchos debates sobre la muerte de Osaba Bin Laden. Algunos creen que fue un legítimo acto de guerra, para otros se trató de un ajusticiamiento.
El régimen cubano ha perseguido a sus enemigos y a sus detractores por todo el mundo con infame persistencia. Algunos de ellos han sido asesinados. Al menos así nos lo contaba, en nuestra infancia, En silencio ha tenido que ser, una serie televisiva producida por la propia dictadura para vanagloriarse de sus actos de espionaje.
Con descaro, Fidel asegura hoy que en el Movimiento 26 de Julio  eran “partidarios decididos de la lucha armada contra la tiranía batistiana; éramos, en cambio, opuestos por principios a todo acto terrorista que condujera a la muerte de personas inocentes”. Mentira. Conservo un editorial de la revista Bohemia donde se les exige que dejen de poner bombas de manera indiscriminada en cines, tiendas y cabarets.
Cuando mi familia vivía en la estación de ferrocarril de San Fernando, llegaron los rebeldes a quemarla (habían quemado muchas ya, entre ellas las de Hormiguero, Potrerillo y Fomento). Una sola cosa los salvó de aquel acto terrorista. Mi tío Aldo se había unido a la tropa del Che en el Escambray.
Si la revolución cubana triunfó, fue por las constantes ayudas económicas que recibió desde Estados Unidos y del empresariado que mantenía la economía del país. En cambio el viejo zorro llama ahora “mercenarios” a los cubanos que reciben el más mínimo recurso del exterior.
Solo espero que cuando llegue el momento de construir la Cuba del futuro, su omnipresencia ya no nos aceche, ojalá que su cinismo tenga fin antes de ese día.