10 marzo 2011

El hombre de Gadafi en La Habana

Fidel Castro se está quedando sin argumentos y eso nos facilita las cosas a todos los cubanos que le adversamos. Antes me era un poco más complicado explicar las razones por las que yo aseguraba que en mi país había una tiranía. La percepción de la revolución idílica que el régimen había conseguido, era muy difícil de cambiar o contradecir en muchos de los convencidos.
De un tiempo a esta parte, me basta con poner un link de las Reflexiones del Comandante en Jefe en mi muro de Facebook o en Twitter. Las propias palabras del dictador son la mejor prueba que tengo de la naturaleza decadente y miserable de su gobierno. Las noticias y los editoriales del Granma explican mejor que nadie la dimensión de la catástrofe cubana.
Hoy, mientras crece el repudio mundial contra Muamar el Gadafi, el Comandante en Jefe se ha dado el lujo de ponerse a contar, con un estilo bucólico, la infancia y adolescencia del criminal coronel. No escatima detalles hasta que llega al punto donde el líder militar se convirtió en un sanguinario represor. Esa etapa, según Fidel, no tiene sentido que se analice ahora.
Supongo que una de las líneas más inconcebibles de la reflexión de hoy está destinada únicamente al pueblo de Cuba. Solo en un país que no tiene libre acceso a la información se puede asegurar que Estados Unidos necesita “golpear la ola revolucionaria desatada en el mundo árabe”. Es obvio que hasta los oídos de los cubanos no han llegado los pronunciamientos que ha hecho Barack Obama en las últimas semanas.
La extensa y sinuosa reflexión de hoy concluye con una declaración: “Compartimos plenamente la valiente posición del líder bolivariano Hugo Chávez y el ALBA”. Es decir, que la dictadura de mi país, junto a los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Nicaragua, son los únicos en el mundo que apoyan la masacre de Muamar el Gadafi contra el pueblo Libio.
Ojalá que eso no se olvide ni se excuse tan pronto.

1 comentario:

Rodrigo Kuang dijo...

Es verdad, hace rato que el comandante nos está facilitando el trabajo. Está tan ido del planeta que cree que la realidad puede adaptarse a sus delirios, y ya ni siquiera se da cuenta de las barbaridades que escribe, porque en su cerebro derretido el mundo funciona como funciona Cuba, con la manipulación más obvia.