31 diciembre 2010

El acto de despedir una década

La primera década que despedí fue la de los ochenta del siglo pasado. Entonces era un estudiante de octavo grado, interno en una escuela provisional que habían hecho en la punta de una loma. Allá en El Nicho, solo nos rodeaba lo más intrincado del Escambray y un río que, después de abalanzarse por un sinnúmero de cascadas, le daba alcance al lago Hanabanilla.
En una plaza que le llamábamos picota, nos reuníamos alrededor de un esplendente radio Selena para escuchar las canciones que estaban de moda en el mundo: “Another One Bites the Dust”, de Queen; “You Shook Me All Night Long”, de AC/DC; “Call Me”, de Blondie; “Celebration”, de Kool & The Gang, y “Starting Over”, de John Lennon, entre muchas otras.
El último día de 1980, antes de que nos llevaran a casa en camiones, nos escapamos para el río. Siempre preferíamos una cascada enorme que ahora han convertido en un atractivo turístico y aparece en muchos álbumes de Flickr. Allí nos sorprendieron los profesores y todos recibimos un duro castigo.
Un muchacho de Cumanayagua, cuyo nombre ya se me extravió, se había hecho un tatuaje con guao (una planta que quema). Por unos días en su piel se pudo leer AC/DC, pero luego aquello se convirtió en una llaga y después en una cicatriz ilegible. Fue uno de los pocos sucesos que ocurrieron dentro de una rutina inquebrantable: por las mañanas trabajábamos en los cafetales y por las tardes íbamos a clases.
Ayer, en Quintas del Bosque, sembramos 2,500 matas de café. Esa es mi manera de despedir la primera década que vivo en República Dominicana. Treinta años después por fin he podido volver a las montañas. Es cierto que no son las mismas y que ya no entiendo la música que está de moda, pero el río al que me escapo ahora es una corriente helada que me devuelve, zambullida tras zambullida, todas las cosas que me hacen cada vez más libre.

29 diciembre 2010

Renuncia

En una entrevista en Buenafuente, Andrés Calamaro renunció a su “progresía”. “Llegué (a España) siendo un progre de toda la vida, un simpatizante de izquierdas, una persona bien pensante… Y me voy de aquí convertido en otra cosa. Tal vez en un hedonista ético, un burgués social, ya veremos en qué…”, dijo el Salmón.
En otra entrevista, también para la televisión, Fito Páez calculó que Joaquín Sabina era un “izquierdista de derechas”. La reflexión de Calamaro fue en respuesta a la prohibición de las corridas de toros en Cataluña. La de Fito, por la inexplicable simpatía de Sabina por el Subcomandante Marcos, ese enmascarado de estambre que se escabulle por las selvas mexicanas.
Hoy en la mañana, para sacudirme la abulia que producen estos días, me puse a leer algunos textos que había apartado para cuando hubiera tiempo de sobra. Algunos de ellos estaban dentro de una revista en la que trabajé, hace ya diez años, en La Habana.
Me sentí tan lejos de todo lo que se decía ahí adentro, tanto en forma como en contenido, que acabé abandonando la lectura. La postergué para días aún más aburridos que este. Fue entonces que recordé las frases de Calamaro y de Fito. No puedo decir a ciencia cierta qué soy además de ser yo mismo, pero ya me es imposible ni siquiera acercarme a lo que fui.
Ya yo también renuncié a mi progresía. Cuando averigüe en qué acabé convirtiéndome, les digo.

28 diciembre 2010

¡Feliz Año Nuevo!

A propósito de Wikileaks y de cómo van los tiempos

Desde hace dos semanas, por muchísimas razones, no he tenido tiempo para ocuparme de El Fogonero. Por eso me alegró tanto que Chago me hiciera llegar esta colaboración desde Madrid. Con este texto celebramos el Día de los Inocentes, esos seres que, como ha demostrado Julian Assange, cada vez tienen menos cabida en este mundo.

Por L. Santiago Méndez Alpízar (Chago)
Luego está su affair, el de Julian Assange, con las chicas en Suecia: todo parece indicar, ya esto lo he dicho, ellas querían de la mitad, hacia delante, nada más.
Cayó el trueno de Wikileaks y prendió el penacho de la "alta política" en un momento de por sí propicio para incendio. A tener en cuenta, comienzo de siglo, final de ciclos de predicciones, crisis de sistemas tanto sociales como económicos, y una sobrepoblación fuera de los límites de la pobreza: más pobres todavía.
De pronto, cae el telón y nos damos cuenta de que tanto Joe Biden como el embajador norteamericano, Eduardo Aguirre, son lo mismo. Que las supuestas diferencias entre George Bush y Barak Hussein Obama, son más bien coyunturales, cuando no, de tipo fisionómico.
Y no te creas, son verdades un poco duras para digestiones sensibles. Pues aunque siempre se ha mantenido una desconfianza sobre cómo se manejan, o por lo menos, se tejen las diferentes crisis bélicas, y por qué. Es enteramente incomparable entrarle a los minuciosos reportes-correos, informes, vídeos -ya existen guías y todo para acceder, clasificado los tienen los diarios- que bien, se publicaron a medias, o se escondieron traperamente. Sobre todo, por aquello de haber sido en nuestro nombre que se produjeron los hechos. Para nuestra seguridad se invadió, se mató, arrasó...A veces y según consta, a personas ajenas que no eran el enemigo, nunca lo fueron.
Estamos viviendo las guerras por cable, pero no teníamos los diálogos de los ejecutores, por lo menos hasta que Wikileals abrió un espacio, una pequeña grieta en esta descomunal farsa a la que ya, tan adiestrados como vamos, ni siquiera se le ha brindado la importancia que tiene. Una rajita, traviesa fuga por donde afloran los pulsos y desperdicios, pero también las esperanzas de algunos implicados, afectados directos por la barbarie, que siempre tiene varios rostros. Porque hay hechos donde importó más esconder la verdad, por dura que fuera, y con absoluta conciencia, que aceptarla, compartirla.
Y porque la prensa hace rato perdió espacio, y ahora puede resultar un cohete, trampolín: pedazo de cosa refractante, bocina. Desnortada y sin exclusivas, el batacazo de los blogs, más todas las iniciativas personales y colectivas en la Web, pusieron en fuera de juego al imperio de la noticia. Tanto, que no hay diario que se lea, que no tenga alojado unos cuantos buenos blogger.
El sentido de libertad que exige un ejercicio como defender la libre circulación y descargas on line, es absolutamente igual que el de defender la libertad, existencia de Wikileaks.
Para llegar al control generalizado siempre se dan los pequeños pasos previos, recortes. Una vez existen las herramientas que se autofabrica y utiliza el poder, esos pequeños recortes serán la garantía de una normalidad amputada, rota. Pues, quizá, sea Internet el último resquicio, casi, libre que le quede al individuo. Y eso es imperdonable para aquellos enfermos de miedo, domados por las garantías castrenses, que son irreversiblemente, las que mantienen cualquier otra iniciativa que se realice en el estado democrático en que pataleamos.
Si se llega a tocar con la varita mágica de la legalidad, el libre ejercicio de publicar en la Web; si se regula cuál sí, que no, y premian a los vampíricos organismos que subsisten de los derechos autorales. O, a escasos autores en su mayoría, por no decir, casi todos, ya de vueltas, entonces no faltará absolutamente nada para que tengamos nuestros ordenadores, ya de fábrica, dispuestos para saber qué es lo que podemos, ver, leer, descargar, cuando tengamos dinero...
La defensa de Wikileaks, por otra parte, no es la defensa de Julian Assange, que tampoco es terrorista. O, por lo menos, lo que le conocemos -ahora vienen sus memorias- es mucho menos peligroso que aquellos que así lo tachan.
Singularmente, todavía las personas supuestamente comprometidas, no han pronunciado disculpas, ni siquiera en aquellos casos donde la crueldad desvelada, el evidente ensañamiento pusiera en peligro una razón compartida por muchos estados. Ni siquiera cuando la verdad exige demasiada humildad, y tenemos la irrefutable prueba del terrible error. Ni siquiera después de Wikileaks aquellos comprometidos con el exterminio de civiles, desprestigiar personas, crear inestabilidades generalizadas en terceros países, han sido capaces de dar/nos una explicación coherente, unas-insisto- disculpas para aquellos que las necesiten, merecen. ¡Tal es la soberbia!
Habría que explicarse por qué, pero temo que lo sabemos. Incluidos los que con palabras no lleguen a describirlo: lo sufren, padecen, viven: o se aprovechan.

(Haga clic aquí para leer la primera parte de este texto)

21 diciembre 2010

Un guanajo relleno

Hace unos días, mientras cenábamos un pavo relleno, Soraya se quejó de mi animadversión por la Navidad. Ella me conoce tanto, que fue capaz de enumerar todas las cosas de las que me he retractado desde que llegué a República Dominicana, en los días finales del 2000. “Ese Camilo que ustedes  ven ahí ni se parece al Camilo que sentó en esa misma silla hace 10 años”, dijo.
Mientras Soraya seguía desentrañado todas las criaturas que he sido, yo me puse a buscar la que me ha inculcado esa especie de tirria navideña que padezco. Encontré la respuesta gracias a Mayitín, que no paraba de sacarle lascas al pavo. Por estas fechas, hace más de veinte años,  mi abuela Atlántida se llevaba las manos a la cabeza y decía: “¡Parece mentira que es Navidad!”.
Aurelio y Lérida la miraban conscientes de lo que decía, pero yo nunca logré entender muy bien el lamento. Por aquellos años, existía en Cuba un conjunto que se llamaba Sierra Maestra y que cantaba “El guanajo relleno”. Alguna vez tuvo que pasar al mismo tiempo. Mientras mi abuela ponía en la mesa nuestras miserias, en un televisor ruso se escuchaba aquel estribillo que repetía lo que no teníamos: “¡Ay qué bueno, qué bueno, un guanajo relleno!”.
Es probable que Soraya siga sin entenderme, pero con toda seguridad Mayitín sabe de lo que hablo. No es por mí, es por Atlántida y todas las angustias que pasó, cada vez que llegaba el 24 de diciembre y no había nada más que servir que el recuerdo de antiguas cenas; el pasado que algún día, tarde o temprano, acabaría dándonos alcance.

20 diciembre 2010

¿Qué vamos a construir ahora?

Empezar a construir el capitalismo, le tomó a la revolución cubana medio siglo de tropezones en el socialismo. Cinco generaciones empeñaron sus sueños y, lo que es peor, la suerte de sus familias, a poner en práctica una utopía que acabó devastando al país y sumiendo a la nación en un estado de miseria que comienza a parecerse al de Zambia, Zimbawe o Haití.
No sé si es real o forma parte de las tantas leyendas urbanas que se han tejido a lo largo de 90 millas de fabulación. Pero cuentan que cuando el actor Julito Martínez (aquel indomable Juan Quiquín) llegó al exilio, explicó en apenas una frase las razones de su deserción: “Mientras nos dedicamos a construir el socialismo, yo me mantuve firme. Pero ahora vamos a tener que reconstruir el capitalismo y yo estoy muy viejo. Por eso vine para acá que ya está hecho”, dijo.
El más reciente discurso de Raúl Castro puede producir muchas reacciones, desde indignación hasta tristeza. Indignación, por la facilidad con la que el general culpa a sus subalternos por una responsabilidad que es solo suya y de su superior. Tristeza, por todo el tiempo perdido. Hace 50 años Cuba era un líder continental y una referencia mundial en muchos renglones. Ahora no pasa de ser una isla mendigante, que llama más la atención por su capacidad de aguantar la respiración debajo del agua que por sus posibilidades de producir bienestar para la gente.
¿Qué vamos a construir ahora? Los cubanos tienen el deber de responder esa pregunta sin que nadie más, ni otro país o una familia, lo hagan por ellos.

La silla vacía de Coco Fariñas y el triste sentido del humor de Mariela Castro

En la ceremonia de entrega del Premio Sajarov 2010, que otorga el Parlamento Europeo, la silla de Guillermo Fariñas permaneció vacía. Una bandera cubana ocupó el lugar del incansable luchador por los derechos humanos. Esa es la mejor respuesta que puede recibir el triste sentido del humor de Mariela Castro, quien hace muy poco aseguró que le “da risa cuando hablan de libertad de expresión en Cuba”.
El régimen que encabezan el padre y el tío de Mariela, finalmente impidió que Coco Fariñas saliera de Cuba y viajara hasta Estrasburgo, Francia, para recibir el Premio Sajarov 2010. “Esta silla vacía demuestra cuán necesario es este reconocimiento, que cada año rinde homenaje a una figura defensora de los derechos humanos en el mundo”, dijo Jerzy Buzek, presidente  de la Eurocámara.
“¿Quién calla a los cubanos?”, se preguntó Mariela Castro casi el mismo día en que su padre le negó el Permiso de Salida a Fariñas, para tratar de enmudecer un espíritu emancipador que ninguna tortura ha logrado parar. Llama demasiado la atención el contraste que hay entre el alegre discurso de Mariela y las apocalípticas confesiones de su padre. Parecería que no viven en el mismo país, que hablan de realidades distintas.
Mientras Raúl Castro ordenó que la silla de Coco Fariñas en Estrasburgo se quedara vacía, aseguró que ya no había tiempo para seguir bordeando el precipicio y que estaba a punto de hundirse el esfuerzo de generaciones enteras. Demasiado triste para que de risa, ¿no te parece, Mariela?

13 diciembre 2010

Wine, marketing and Mario

Aunque soy hijo único, eso no me ha privado de tener hermanos. A diferencia de Atahualpa Yupanqui, los míos son tan pocos que se pueden contar… y nombrar.  Dos de ellos se llaman Mario. Mario García Haya y Mario Dávalos. Con ambos he logrado tener las cosas que, sospecho, se tienen con los hermanos. Por ellos no le echo de menos a esa figura carnal que mis padres no me dieron.
Con Mario García Haya no solo he compartido todas esas cosas que van definiendo la hermandad, sino también la familia. Junto a Soraya, Maguín y María Eugenia he disfrutado de esos momentos que solo se disfrutan si se pertenece a cierta tribu o a determinado clan. Puedo pasarme meses sin verlo, pero los consejos, el cariño y todo lo que Mayitín me ha dado, siempre va conmigo.
Mario Dávalos es dominicano, pero su padre es nieto de Mario García Menocal, el ex presidente de la Cuba republicana. Nos conocimos pocos días después de mi llegada a Santo Domingo y desde entonces compartimos varias pasiones: el béisbol, la literatura, la cocina, el vino, el whisky, el ron y esas pequeñas maravillas que uno solo encuentra por “los extraños pueblos”.
El viernes pasado Mario y yo nos “escapamos” para una montaña de Jarabacoa donde él construye una casa. Nos bebimos unas cervezas alemanas en una de las esquinas más dominicanas que pueda haber. Nos bañamos en el río que baja por la ladera del Mogote, unos metros por encima del nivel de las nubes.  Celebramos una frase de Borges mientras oíamos a Calamaro. Sembramos una mata de aguacates como símbolo inaugural de Quinta Rosa.
Cuando la cascada helada aún nos caía encima, Mario dijo cosas muy parecidas a las que yo he dicho aquí, pero desde su perspectiva. Luego estrenó un blog y me hizo llegar el primer post. El jueves volvemos a Jarabacoa. Con toda seguridad la conversación va a empezar aquí, después de este punto y aparte.

12 diciembre 2010

Venado al chocolate

(Cuento publicado en Diario de Cuba)
Cada vez que sentía el rugido ensordecedor de la camioneta dorada se ponía tenso. Era su mejor cliente, el que dejaba propinas inimaginables, pero aquella risa fingida y la silueta de los tatuajes del otro lado de las camisas de seda le electrizaba los brazos y reducían sus habilidades al mínimo.
Siempre llega con una mujer diferente. A veces eran más de una. Muchachas silenciosas y torpemente vestidas que no sabían comportarse en aquel entorno. Aunque ellas pedían otra cosa, él las obligaba a beber champagne. Agazapado como un felino esperaba el momento del descorche. Cuando ellas gritaban asustadas, él chocaba el puño izquierdo con la palma de la mano derecha.
Justamente hoy le trajeron un venado. El animal había sido víctima de una bala perdida en las lomas peladas. Era muy joven, sus astas apenas comenzaban a crecer y su piel estaba impecable, sin las cicatrices que el monte deja en los más adultos.
—¿Qué comemos hoy, Richard? —preguntó el dueño de la camioneta dorada mientras introducía uno de sus índices en el escote de una de sus tres acompañantes.
—Venado, señor Harley —dijo rápido, como si no quisiera olvidar lo que estaba diciendo­—, venado al chocolate.
Cometió el error en cuanto comenzó a picar la carne, pero no se detuvo. Primero se puso muy pálido y luego comenzó a sudar de una manera inexplicable incluso dentro de una cocina. A partir de ese momento todos sus gestos se tornaron mucho más lentos y eso le hizo parecer menos torpe.
Debía haber macerado la carne durante 48 horas con vino, puerro, zanahoria, apio, laurel, cebolla y pimienta. Aún no se explica por qué dijo venado al chocolate cuando Harley preguntó. Fue una frase demasiado rápida, que no le dejó espacio para retractarse. Mientras ataba el solomo, se le ocurrió añadirle lo otro.
Le quitó la piel con demasiado cuidado. En ese momento palideció aún más, pero logró reponerse y roció todo con aceite de oliva para asarlo durante 10 minutos. Aprovechó ese tiempo para limpiarse un poco y lavarse la cara con agua helada. Allá afuera, el señor Harley disparaba con sus pistolas en dirección a las lomas peladas. Los gritos de las muchachas siempre eran interrumpidos por unas carcajadas groseras.
—¿Cómo va ese venado, Richard?
—De maravilla señor, de maravilla.
Cuando la carne estuvo dorada, escurrió las verduras y las echó sobre el venado, luego volvió a rociar un poco de aceite de oliva y cerró el horno. Ahora tenía 35 minutos. Fue al botiquín y sacó un whisky de malta. No había tiempo para rituales. Destapó la botella y se la empinó, sin tratar de buscar otro sabor que no fuera el del alcohol ardiente.
Por el olor, la  carne ya estaba. Añadió la nata, el cacao y dos cucharadas de mermelada de arándanos. Cortó la pieza en rodajas y la roció con la salsa caliente. Por último, le puso ciruelas y piñones salteados con mantequilla. Con el resto de la mermelada de arándanos, rellenó unas tartaletas.
—Aquí está, señor Harley.
—¡Qué maravilla! —dijo Harley mientras apretaba a dos de las chicas contra su cuerpo— ¿Ven, muchachas, lo importante que es saber en qué maldito lugar de este país está el maricón que mejor cocina?
Por primera vez, los tatuajes del otro lado de las camisas de seda no lograron electrizarlo. Como siempre, la cuenta del señor Harley llegó a una cifra astronómica y, encima de eso, dejó una propina inimaginable. Pero esta vez Richard le había hecho pagar aún más por ponerlo tan tenso y le hizo comer el dedo que se cortó de un tajo, cuando separaba las piezas del venado.
—Buen viaje, señor —dijo desde la puerta del restaurante, sin sacarse las manos de los bolsillos, mientras Harley metía las suyas en el escote y las entrepiernas de la muchacha que se había sentado a su lado. El rugido ensordecedor de la camioneta dorada se fue alejando hasta que se borró en el silencio de las lomas peladas.

08 diciembre 2010

Si Lennon viviera

Como nacimos y crecimos en un país que se ha pasado medio siglo haciéndole preguntas a los muertos, mi generación acabó desarrollando un raro reflejo incondicionado. Cada vez que se producía alguna atrocidad a nuestro alrededor, alguien preguntaba si hubiera ocurrido de estar vivo tal o más cual mártir.
Los héroes muertos nos inspiraban más confianza que los dirigentes vivos. Al menos sus estatuas ya no podían decepcionarnos o, lo que es peor, traicionarnos. Luego, cuando perdimos la inocencia, también logramos deshacernos de esa perversa iconofilia que nos habían inculcado. En mi caso, una de las cosas que más me ayudaron a pensar de otra manera fueron las canciones de Lennon.
Llegué a tener una libreta donde pegué las poquísimas fotos suyas que llegaron a mis manos (la prensa cubana evitaba lo más posible cualquier referencia al ex Beatle) y pésimas traducciones de sus letras hechas por nosotros mismos (auxiliados en un diccionario inglés-español que había en la biblioteca de la escuela).
Mis recuerdos del año 1980 son otros. No tengo claro cuánto tardé en enterarme de que a Lennon lo habían matado de cuatro disparos en la espalda. Pero cada 8 de diciembre sufro un raro sobrecogimiento. Siempre que llega este día, como la ingenuidad de un niño, me pregunto cuántas cosas serían diferentes si Lennon viviera.

¡Qué joven está Vargas Llosa!

El sábado pasado, camino de Jarabacoa, Mario Dávalos y yo hablamos durante un buen trecho sobre el miedo a la decrepitud intelectual. A él, que es más joven que yo, ya comienza a asustarle la idea de llegar a ese punto donde se empieza a criticar a los jóvenes y se rechaza, por instinto de conservación, todo las cosas nuevas que no se alcanzan a entender.
Comenzamos por el ejemplo de un viejo amigo, que no acaba de comprender la imparable revolución que se está produciendo en las comunicaciones. Después de recordar los nombres de algunos conocidos que han envejecido antes de tiempo; acabamos en Silvio Rodríguez, alguien que en algún momento fue un paradigma para ambos y que, antes de cumplir los 70, se ha convertido en un patético “eternizador de dioses del ocaso”.
—Viejo, el día que deje de entender las cosas nuevas —me dijo Mario muy convencido—, me encierro en mi casa y no salgo más.
Muy lejos de Jarabacoa, en Estocolmo, Mario Vargas Llosa acaba de darnos la razón en su discurso del Premio Nobel. En Elogio de la lectura y la ficción, el escritor de 74 años convida a “derrotar a la carcoma del tiempo” y hace un llamado a “la inconformidad y la rebeldía, que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las relaciones humanas”.
“Defendamos la democracia liberal, que, con todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el respeto a la crítica, la legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder, todo aquello que nos ha ido sacando de la vida feral y acercándonos -aunque nunca llegaremos a alcanzarla- a la hermosa y perfecta vida que finge la literatura, aquella que sólo inventándola, escribiéndola y leyéndola podemos merecer”, pide Mario.
¡Qué joven está Vargas Llosa!

07 diciembre 2010

El editorial de Diario Libre del Lunes Amarillo

(Escrito para el blog de Campo de Texto)
El sábado en la mañana las portadas de los medios impresos de República Dominicana tenían algo en común. Por eso me entusiasmé a comentarlo en mi muro de Facebook: “Ninguno de los periódicos reseña la campaña por el 4% ni lo que sucederá el lunes. Esa es una de las razones por la que los medios tradicionales pierden cada vez más terreno. Entre los intereses de sus propietarios y la abulia de sus redacciones, están perdiendo el norte y cediendo su espacio (y su rol) a las redes sociales”.
Hoy, en cambio, el panorama fue diferente. Ya les fue imposible ignorar el impacto de lo que estaba pasando. El Día tiñó su primera plana de amarillo y su director, Rafael Molina Murillo, en el lugar del editorial dejó un espacio en áureo. Con mayor o menor destaque, todos los periódico lo reseñaron. Pero fue el Diario Libre quien puso una rara nota discordante, dejando claro que los que están al frente de su línea editorial no entienden el cambio que ha producido la Web 2.0 en los medios de comunicación y en la sociedad.
Lo primero que asombra a Diario Libre es que el movimiento a favor de que se cumpla la Ley y el Estado dominicano invierta en Educación el 4% de PIB, no sea auspiciado por “los tradicionales dirigentes de sindicatos, políticos, trabajadores, o personas de los barrios marginados, a empresarios, profesionales, religiosos y representantes de la clase media y alta de la sociedad”. Todos esos que se mencionan ahí están involucrados en la campaña, lo que pasa es que ya no necesitan a los diarios para expresarse y es eso lo que tiene a los editores de Diario Libre desconcertados.
Luego, el director, parece más preocupado por las comunicaciones del Gobierno que por el hecho social en sí. Adriano Miguel Tejada dejó para el final lo más inexplicable de sus palabras: “Lo más irónico de todo es que la lucha es dirigida por personas de clase alta y media que tienen sus hijos en colegios privados o han estudiado en esos centros de élite”. ¿No será eso justamente, la educación privilegiada que han recibido, lo que les da la posibilidad de advertir lo que otros, por permanecer en la oscuridad, no pueden ver?
El editorial del Diario Libre del Lunes Amarillo demuestra dos cosas: Primero, lo despistados que están muchos medios dominicanos del momento que se vive en las comunicaciones. Segundo, que los diálogos ya no solo se establecen entre los que tienen el poder y los que tienen para pagar una imprenta. Una cuenta de Facebook o de Twitter es gratuita, pero puede ser tan efectiva como un costoso edificio con una abultada redacción.

03 diciembre 2010

La República Dominicana que Mike Alfonseca quiere

El próximo lunes miles de dominicanos saldrán a las calles vestidos de amarillo. Será una señal de exigencia a Leonel Fernández para que cumpla la Ley y le dedique a la educación de su gente al menos el 4% del PBI. La Web 2.0 ha sido la tribuna. Poco a poco comenzaron a levantarse las voces, sobre todo en Facebook y en Twitter, hasta que se conformó un coro ya indetenible.
Hoy en la tarde, mientras pasaba frente al más horroroso parque de América Latina, escribí un tweet: “Si el alcalde de Santo Domingo hubiera estudiado, no habría hecho el #Zooberto. ¡#4% para una mejor #educación de los #dominicanos!”. Muy pocos minutos después, Mike Alfonseca, uno de los seres más creativos que he conocido en este mundo, ya había replicado mi idea:
“Basado en una reflexión de @camilovenegas y con una foto cortesía de @MarielMartinez”. El gorila del publicista es el mismo que Roberto Salcedo encajó en medio de su pavoroso parque. Está envuelto en las luces que el alcalde/comediante le ha hecho vestir en Navidad. Toda una metáfora de un Gobierno que asegura que no podría aumentar el presupuesto de Educación... porque no tiene claro en qué gastarlo.
Como yo prefiero vivir en la Republica Dominicana que Mike Alfonseca quiere, el lunes me forraré de amarillo. No me cansaré de decirlo ni de escribirlo: Sin educación no hay progreso. Sin maestros, libros y pupitres, ¡e’ pa’tras que vamos!

02 diciembre 2010

Los padres del Sigfredo Ariel

Hasta el día en que leí el primer poema de Sigfredo Ariel, yo creía que los grandes versos eran una tarea exclusiva de seres inmortales. Para mí, hacer poesía era un oficio reservado para unos pocos elegidos: Walt Whitman, W. B. Yeats, T. S. Eliot, Arthur Rimbaud, César Vallejo, Jorge Luis Borges y dos o tres criaturas más  que atesoraba debajo de mi colchoneta, en la litera del albergue de la Escuela Nacional de Arte.
Una tarde, camino del comedor, iba de la mano con Dania Andrés cuando ella me habló del novio de su hermana. “Es de Las Villas, como tú, y también escribe poesía”, me dijo. Por instinto de conservación, minimicé sus palabras. Pero ella no le hizo caso a mi indiferencia y abrió un cartucho donde había un dulce de guayaba y dos o tres poemas mecanuscritos.
Fui uno de los últimos en comer ese día. No sé cuántas veces leí cada unos de aquellos versos y cuántas me pregunté por qué no se me habían ocurrido a mí. Años después, tuve la fortuna de convertirme en uno de sus amigos y de disfrutar de ese raro espacio donde Sigfredo Ariel rehace la cubanía a partir de discos rayados, frases olvidadas y rones de la más oscura procedencia.
En 1989, durante una gira que hicimos por toda Cuba con el pianista Víctor Rodríguez, detuvimos la guagua frente a la casa de los padres de Sigfredo Ariel. Estaba justo al borde de uno de esos arroyuelos que hieren a Santa Clara en todas direcciones. Ahora que lo pienso, los encontramos en esa misma pose que tienen en la foto.
La única diferencia es que él estaba en camiseta y ella en bata de casa. En la Cuba de la que hablo, ya era impensable una botella de Pedro Domecq; pero todavía quedaba Ron Decano y “las fiestas más bien íngrimas” del atardecer. Hoy, cuando Sigfredo colgó esta imagen en Facebook, recordé todo lo que acabo de contar y muchísimas otras cosas que no cabrían aquí, pero que llevaré conmigo por donde quiera que vaya.

El error no estuvo a la hora de elegir la cerveza

En Cuba se hicieron, en la primera mitad del siglo XX, algunas de las revistas más importantes y revolucionarias del idioma español. Aún hoy, muchas de los recursos y secciones que idearon Carteles o Bohemia, mantienen su vigencia. En la estación de ferrocarril del Paradero de Camarones había una mesita de noche donde se atesoraban los primeros números de Bohemia de 1959.
Hojeando aquellas páginas macilentas, heridas por las polillas, pude entender mejor la historia de aquellos años. Gracias a eso, desarrollé cierta inmunidad contra los cuentos infantiles que nos hacían en las clases de Historia de Cuba. Luego también advertí que mirando aquellas páginas desarrollé cierto gusto por el diseño (al que aún hoy le saco provecho).
Como ya no tengo a mano la mesita de noche de mi abuelo Aurelio (quien hoy, 2 de diciembre, cumpliría 102 años); cuando tengo deseos de volver a tocar aquellas maravillas,  suelo acudir al Archivo de Connie. Algunos minutos junto a esos PDF, me ayudan a recargar las energías que exige mi labor creativa.
Hoy me causó especial gracia este anuncio de Polar, una marca que, pocos meses después de publicado tan optimista slogan, fue intervenida y tuvo que marcharse a Venezuela (donde cuarenta años después le dio alcance el mismo fantasma). Al menos tiene razón en parte, el error del pueblo no estuvo a la hora de elegir la cerveza.

El desconcierto de Fernando Vallejo

(Escrito para el blog de Campo de Texto)
La Feria de Guadalajara se ha convertido en el más importante reducto del libro en América Latina. Año tras año, allí se dan cita los editores y escritores que predominan en el mercado del idioma español. Como es tradición, en 2010 se han producido diálogos muy interesantes. Llama la atención uno que sostuvieron Juan Villoro y Laura Restrepo, entre otros, sobre el círculo vicioso de los estereotipos en nuestro continente.
Luego le tocó el turno a Fernando Vallejo. Acostumbrado como está a ir por el mundo cuestionándoselo todo (hasta a él mismo, hay que ser justos en eso), el autor de La Virgen de los Sicarios se puso más pesimista que de costumbre cuando le preguntaron qué va a ser del libro en la era del iPad y la Web 2.0. “Pues que su versión virtual, digital, lo va a acabar”, aseguró.
“Y no porque podamos pasar a un libro electrónico con un clic bibliotecas enteras sin pagar -como ocurrió con los CD-, que eso sería lo bueno, sino porque los libros electrónicos se pueden manipular: cambiarles el tipo de letra, la interlínea, la caja, la sangría; y al poderles cambiar uno la tipografía también les puede cambiar el texto, y eso es gravísimo. Por ahí va a empezar el acabose. ¿Se imaginan cuando a la canalla de Internet le dé por poner en un libro ajeno y firmado por otro las calumnias y miserias propias y lo eche a andar por el mundo? ¿Qué va a ser del autor?”, argumentó Vallejo.
Su inconformidad con los tiempos que corren no acabó ahí, luego se quejó, también con pesimismo, de lo que está ocurriendo con el idioma: “El español es un idioma en bancarrota. Está anglizado completamente. Los gringos nos colonizaron hasta el alma. Es irreversible. Luego nos colonizarán los chinos. Si hay tiempo...”, dijo.
Según cuenta Pablo Ordaz en una deliciosa crónica para El País, Vallejo no vislumbra la salida ni tiene la más mínima esperanza: “Quebradas las industrias discográfica y cinematográfica, ¿cuál sigue? Pues la del libro”, afirmó. Es curioso, otros artistas de su generación, Silvio Rodríguez y Leo Brouwer, también se quejan de los tiempos que corren, pero aún entienden menos y culpan de todo a la industria por ya no hacerles caso a ellos.
Fernando Vallejo se equivoca. No sé da cuenta de que ahora la mayoría de sus personajes tienen más oportunidades de ser escuchados. Aunque es cierto que ya no necesitan que él cuente sus historias por ellos. A lo mejor es eso lo que le produce más desconcierto al escritor.

01 diciembre 2010

Un autogol en Santa Clara

El lunes en la tarde yo viví una experiencia similar a los 1,500 jóvenes que acudieron al cine Camilo Cienfuegos, de Santa Clara, para ver el partido entre el Barcelona y el Real Madrid. En mi caso, fueron apenas unos angustiosos minutos donde me perdí el gol de Xavi y algunos de los bailes más brillantes del Barça.
Estaba solo en casa, pero me puse histérico y le grité de todo a la representante de Claro TV. Cuando se resolvió el inconveniente, ni di las gracias ni me despedí: “¡Ya, ya, ya se ve, okey, ya, ya, ya!”, fue todo lo que dije. Yo ni quiero pensar cuál habría sido mi reacción si me hubiera perdido ese clásico que ya está escrito es la historia del fútbol con letras blaugranas.
Allá, en Santa Clara, los muchachos habían pagado 3 pesos para ver el partido en una pantalla gigante y acabaron proyectándoles un documental cubano. Ante semejante estafa, no se les ocurrió otra cosa mejor que dejar constancia de su frustración. Primero la emprendieron contra las butacas del cine, pero luego decidieron tirar a puerta: “¡Abajo la dictadura!”, “¡Abajo Fidel”!...
En el mismo edificio, unos pisos más arriba, algunos pocos disfrutaban el partido con tranquilidad en una enorme pantalla de LCD. Habían pagado poco más de 5 dólares por semejante privilegio y ni siquiera se enteraron de la llegada de las 22 patrullas de la policía y de los más de 60 detenidos.
Al finalizar el partido, cuando yo comenzaba a leer las incontables reacciones que provocó el increíble 5-0, supe de lo ocurrido en Santa Clara. En Facebook y en Twitter ya había decenas de comentarios. Luego, llegó la versión más detallada de Coco Fariñas. Mientras el Barça dictaba sentencia desde la cima del fútbol global, un grupo de muchachos de mi provincia hacían que el régimen se anotara un autogol.
¿Será que de verdad creen que las cosas pueden seguir igual?

(Galería de fotos del incidente en Café Fuerte).

29 noviembre 2010

Un día demasiado "sexy" para comunicar

(Escrito para el blog de Campo de Texto)
Hoy fue un día demasiado sexy para la historia de las comunicaciones. Comenzó con las verdades incómodas de Wikileaks y acabó con la muerte de B. B. King. A media mañana, se hablaba de la victoria de Roger Federer en la Copa de Maestros. Al anochecer, solo había espacio para el insultante baile del Barça.
Antiguamente se escribía para la posteridad. Aun cuando los periodistas estaban conscientes de su efímero oficio, ejercían pensando en su bibliografía pasiva. Ahora los titulares duran minutos y una gran idea puede acabar siendo tan efímera como la más disparatada de las ocurrencias.
El lunes 29 de noviembre de 2010 ocurrieron de una vez muchas de esas cosas que los viejos periodistas preferían por separado, para tener a mano la carne fresca de los titulares. Por eso, cuando se empezaban a engolosinar con todo lo que ofrecía Wikileaks, ganó Federer. Llegado el momento de hablar del genio de la raqueta, el Barça la emprendió contra el Real Madrid y, con una “manita” (5 a 0), escribió eso que los clásicos llamaban “una página de gloria”.
Justo en el momento en que los titulares sobre lo ocurrido en el Camp Nou comenzaban a “florecer”, desde Estados Unidos se filtró la noticia de que B. B. King acababa de fallecer. Minutos después, afortunadamente, se confirmó que solo se trataba de un rumor. Si aún estuviera vigente aquel periodismo a la vieja usanza, donde todos esperaban el titular de la mañana, ¿quién decidía esta noche esa frase demoledora? Hoy fue un día demasiado "sexy" para comunicar, pero las redes sociales se lo tragaron sin eructar.
Ya todos hablan de otra cosa.

Cuando a Varadero llegué

En los últimos 50 años, la arquitectura cubana se ha sumergido en la misma decadencia que el resto de la sociedad. Según Mario Coyula, el gran valor patrimonial de La Habana era la consistencia de la masa construida. Dejando afuera el “parque temático” de Eusebio Leal, la capital de la Isla hoy se asemeja más al paisaje que queda después de una batalla.
A poco más de 100 kilómetros de allí, en Varadero, podría gestarse un nuevo crimen contra el patrimonio arquitectónico cubano. En la península, en cambio, no serán el salitre o el tiempo los que cargarán con la culpa de la desaparición del Hotel Internacional, sino la depredadora ambición capitalista de una cúpula castrense.
El capítulo cubano del Comité Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS, por sus siglas en inglés) ya ha dado la voz de alerta sobre los planes del régimen para demoler el Hotel Internacional de Varadero y las Cabañas del Sol. Eso significaría la destrucción de “parte del patrimonio moderno cubano y caribeño”, aseguran.
El Hotel Embajador de Santo Domingo es una copia fiel del Hotel Internacional. Hace unos días, durante el Festival Internacional de Cine Global, recorrí sus espacios y no pude evitar el recuerdo de un lejano día de noviembre, cuando a Varadero llegué. Si por fin los militares cubanos se salen con la suya, habrá que seguir recordando al Internacional desde las alfombras del Embajador.
Eso es algo que el hotel dominicano sabe hacer muy bien. Ya una vez se “disfrazó" de Hotel Nacional para que Francis Ford Coppola rodará algunas escenas habaneras de la segunda parte de El Padrino. En los hoteles, como en la vida real, Cuba se ha convertido en una suma de pasados que encubre la ausencia de presente y futuro.

26 noviembre 2010

4%

El 30 de noviembre de 2000 comenzó a crecer el lado dominicano de Camilo Venegas. Ese día llegué al aeropuerto de Las Américas con la esperanza de empezar una nueva vida del otro lado del Paso de los Vientos, ese estrecho que comunica a Cuba con La Española, la isla donde he permanecido por una década.
Si mi gratitud con todos los dominicanos que me tendieron su mano al pasar no fuera suficiente, bastaría lo que este país me ha dado a cambio de mi trabajo. Aquí me he sentido útil y he construido cosas con amor o desamor, pero siempre con la satisfacción que da no tener que traicionar nada y ser fiel a mí mismo.
Martha Sepúlveda, una amiga dominicana a la que aprendí a querer por sus carcajadas y su honestidad, siempre me decía que ella hubiera querido para su gente una educación como la que teníamos los cubanos. Yo, a cambio, siempre le replicaba que hubiera querido para los míos una libertad como la que ella disfrutaba.
En honor a ese intercambio, me sumé a la campaña que le exige al gobierno dominicano una inversión de al menos el 4% del PBI en la Educación. Solo así el futuro de este país podría cambiar y el sueño de Martha alcanzar al mío. José Martí dijo que tenía dos patrias, Cuba y la noche. Las dos mías son más tangibles, pero necesitan tanta claridad como las suyas.
Como no voy a seguir escapando de mi destino, quiero que República Dominicana cambie y su gente tenga derecho a una educación y un futuro mejor. El día que pueda hablar en Cuba con la libertad que lo hago aquí, defenderé otras cosas. Mientras tanto, asumo el deseo de Martha en ausencia de ella.

24 noviembre 2010

La desesperante fascinación por Carnivàle

(Escrito para el blog de Campo de Texto)
De un tiempo a esta parte las series de televisión me entusiasman mucho más que los estrenos en el cine. Prefiero un capítulo de Mad Men, Two and a Half Men o Big Bang Theory que la mayoría de las cosas que se estrenan en las salas. Desde que puedo grabar en la caja del cable, he logrado anticiparme a las sorpresas y, sobre todo, sortear todos los anuncios publicitarios.
Gracias a eso, puedo probar la primera afirmación de este post. En casa tenemos todos los paquetes de películas, sin embargo es en TCM donde más grabaciones programamos. El resto del espacio en el disco duro lo ocupan los estrenos y las repeticiones de las series que más nos gustan. Rara vez grabamos una película reciente, no tenemos tiempo para ellas.
Hace días busqué en los meses por venir si HBO (esa admirable fábrica de maravillas) tenía previsto la repetición de Carnivàle. Luego, en internet, di con la noticia de que se acaba de lanzar un pack que contiene la colección completa de  Carnivàle. 12 discos con las dos temporadas y un libro de 80 páginas que incluye material gráfico inédito.
Desafortunadamente, HBO decidió abortar la tercera temporada de Carnivàle por los elevados costos de producción. Ni siquiera los blogs y los fórum de los fans de la serie lograron persuadir a los ejecutivos del canal, que prefirieron hacerle caso a su olfato para intuir donde acaba el éxito y comienza el declive.
Estoy entre los que se quedaron colgados de la desesperante fascinación por Carnivàle. Esa pesadilla itinerante que Daniel Knauf situó en la región más fantasmagórica de la Gran Depresión, me sigue pareciendo una metáfora inmejorable. Desde que David Lynch hizo El hombre elefante, nadie había retratado el inframundo del circo con tanto ingenio.
Lo dicho, las series se han adaptado mejor a esta época donde la gente necesita crear comunidades y dialogar permanentemente. Al cine le ha costado más trabajo entender la era 2.0, ni siquiera dedicándole una película a los creadores de Facebook lo logra de manera efectiva.

23 noviembre 2010

La lección del motociclista

La publicación de este poema entraña para mí dos alegrías. La primera, colaborar con Diario de Cuba, donde están involucrados el ingenio y la pasión de mi querido Antonio José Ponte. La segunda, porque comparto el espacio con Gerardo Fernández Fe, un escritor que siempre he admirado, y Dolan Mor, un poeta pinareño que Chago Méndez Alpízar me acaba de presentar.

Para filmar la escena en que una casa
se le desploma encima,
Buster Keaton no aceptó un doble
ni que se hiciera algo para protegerlo.
Cuando la fachada de madera
comenzó a caer,
hasta el camarógrafo volteó la cara.
Apenas se había hecho
una marca en el suelo.
Nada aseguraba que el cuerpo de Buster
se colaría intacto
por la más estrecha de las ventanas.

Él también es el hombre que el viento derriba
del asiento trasero de un automóvil,
del techo de una locomotora
y del palo más alto de un navío;
el que viaja sin pagar
en el guardafangos de un autobús
y el que apenas cruza la línea
antes de que un tren pase a toda velocidad.
Buster es el que se tira en un lago
que resulta ser un telón de fondo,
el que se lanza al vacío
y se da en el rostro
con el edificio de enfrente.

En todas sus películas, como en la vida real,
Buster Keaton cae y se levanta
sin que se le mueva un músculo de la cara.
Estaba harto de todo
y no le importaba morir.
Por eso ahora nos resulta tan gracioso
que siempre salga intacto.
Por más que vuele por los aires
o se arrastre como una escoba
por el polvo sin color de California,
Buster al final se sacude
y mira sin dolor a la cámara.

Nunca sabremos cómo lo hizo.
Lo único que dejó claro,
además de su rostro inconmovible,
es la lección del motociclista:
a veces lo único que se puede hacer
es taparse los oídos y cerrar bien los ojos.

22 noviembre 2010

El apellido de la Esperanza es Spalding

Cuando Esperanza Spalding se abraza al contrabajo, la belleza de la mujer y el sonido del instrumento logran una rara conjunción de la que uno no se puede zafar fácilmente. La primera vez que oí su primer disco, lo repetí una y otra vez hasta que se acabó la noche. Hoy me regalaron Chamber Music Society y me ha pasado lo mismo. Esta es la tercera vez que lo oigo sin poder librarme de él.
Hija de una mexicana y un afroamericano, creció en un vecindario de Portland que ella describe como un “peligroso ghetto”. Aprendió a tocar el contrabajo con Ron Carter, apenas tiene 26 años y ya se le considera una de las estrellas más refulgentes en el nuevo firmamento del jazz. Además cantar y compone la mayoría de las cosas que interpreta, nunca se separa del contrabajo. Con él, según ella, se está un poco por encima de la música: “Escuchas colores”, resume.
En esa misma entrevista, publicada por El País, le pidieron que definiera su nueva obra. “Chamber Music Society no es solo un disco, sino muchas cosas diferentes (…). Por un lado está el trío de jazz; por el otro, el trío de cuerdas. Lo que hago es interactuar entre ambos mundos, el de la música de cámara y el jazz, explorando las posibilidades que se abren. Al final, se trata de preparar a los oyentes de la música clásica para acercarse al idioma del jazz, y viceversa”, dijo.
La esperanza es lo último que se pierde, pero si lleva el apellido Spalding, hay que conservarla para siempre.

18 noviembre 2010

El pasado que nos espera

El nuevo libro de Andrés Oppenheimer habla del pasado que nos espera a los latinoamericanos si seguimos mirando por el espejo retrovisor. ¡Basta de historias! La obsesión latinoamericana con el pasado y las doce claves del futuro, retrata a nuestras repúblicas como un manojo de estados inviables que erigen estatuas en lugar de producir tecnologías y se encierran en el nacionalismo en vez de abrirse al mundo que viene.
En Cuba, mi país de origen, los periódicos le dedican los titulares más importantes a las efemérides y las letras más grandes a frases que se dijeron hace medio siglo. El Estado acaba de descubrir la necesidad imperiosa de que exista la microempresa, pero solo admite que desempeñen oficios del siglo XIX: aguador, cartomántica, desmochador de palmas, forrador de botones o zapatero remendón, entre otros.
En República Dominicana, la media isla donde he decidido echar el ancla, los políticos prefieren hacerles preguntas a los caudillos muertos antes que atreverse a responderlas por ellos mismos. El estado invierte millones de pesos en recordar las fechas patrias y sembrar al país de bustos, antes que cumplir la Ley que exige una inversión en la educación del al menos el 4% del producto interno bruto.
“Si tuviera que resumir el libro diría: mientras los latinoamericanos estamos guiados por la ideología y obsesionados con el pasado, los asiáticos están guiados por el pragmatismo y obsesionados con el futuro”, asegura Andrés Oppenheimer. Eso explica las razones por las que Venezuela es la única economía que no crece en el continente. Mientras Chávez trata de secretear con Bolívar, Vietnam abre cada vez más sus fronteras al intercambio con Estados Unidos.
El mundo compite sin descanso por alcanzar el desarrollo y producir bienestar. Los latinoamericanos, en cambio, permanecemos obsesionados con el recuerdo de lo que tratamos de ser a través de los que nunca fueron.

17 noviembre 2010

El ciudadano Coco

Para los que nunca vivieron en un albergue de becados en Cuba, creo que no entenderán lo que digo por más que les explique. Pero pueden irse imaginando un edificio de cinco pisos sitiado por un bosque, en el centro de un campo inmenso, rodeado de cúpulas de ladrillos donde se estudiaba teatro, artes plásticas, música, ballet y hasta circo.
Nuestro albergue, el de Teatro, estaba en el último piso y recibía más luz que ningún otro. Como Coco dormía en una de las literas de arriba, justo al lado de una ventana, siempre le veíamos a contraluz. Era mucho más flaco de lo que es hoy y mucho menos snob que la mayoría de nosotros. La teatralidad la llevaba por dentro.
Conviví con él tres cursos y eso, de cierta manera, condiciona una hermandad que dura de por vida. Hace más de 20 años que no nos vemos, pero el día en que nos reencontramos en Facebook, la conversación recomenzó justo donde la habíamos dejado. Volvimos a hablar de las mismas cosas y de la misma gente, como si el tiempo, el implacable, solo hubiera pasado para los otros.
Ahora Coco es ya el ciudadano Coco, es decir, Rigoberto Rodríguez Estenza, un reconocido poeta que escribe sus versos con la misma naturalidad que hacía teatro o se paraba en una ventana, siempre a contraluz, a decir las frases más agudas con la mayor desnudez posible.


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Se fue anoche. Corren
las manos por la cruz de agua.
A un lado y otro, los cabos
tensos como la última carta
se aferran a lo inasible.
Arriba y en el fondo, las melodías
rompen su aullido mordaz.
El eco traza la forma
de la puerta, el umbral
la quema donde los ojos
arden sobre brazas de silencio.
Así cae la noche, el preludio.
Hacia el pozo de asedios
cruzan los pájaros sueltos.
Desde la ventana
con el codo hundido en la rabia
los hijos, como nosotros
miran hacia las arcas lejanas.
El que ha regresado también
juega, juega y muestra el asombro.
No lo dice con las mismas palabras
pero su huella afila el borde
de las hendiduras en la madera
y muestra otro modo
de calar las figuraciones en la cruz.
El que ha regresado también mira
por la ventana, pero
los pollos se espantan
y el polvo se adhiere
a las paredes, a los retratos.
Se fue anoche, recitan.
Esos cantos, le dije una vez
a mi madre, yo los mastiqué
antes de salir al camino.
Y ahora, el ver las mujeres
heridas como palomas en ristre
me vuelvo hacia la cara cercana
y digo, con un aire poblado de pericias
con el pellejo sucio, yo necesité
escuchar palabras leves
como  la llegada del verano.
Son los tiempos, susurré
para disimular que todo está escrito
entre dos aguas, a veces
extendidas, como nosotros
domesticadas en ese caudal
de años y quietud, a veces
turbias, como nosotros
en la cúpula calada
en el arsenal humano
contenido, como los días
cuajados de sal y vocablos.
Se fue anoche, dos cifras
alrededor de un verbo áspero
mil enunciaciones, mil ojos
tragados por el rumor que rueda
hacia nosotros, como un país
vocinglero, como un eco
cuyas murmuraciones pesan
en el fondo de las vitrinas
como esos pliegos familiares
doblados en la penumbra de los libros.
Se fue anoche, como una noticia
domada por la misma la voz
con el ritmo perfecto de los himnos.
Se fue anoche, el hijo del vecino
como mi hermano, se fue anoche.
RIGOBERTO RODRÍGUEZ ESTENZA (Sancti Spíritus, 1963)