30 noviembre 2009

José Emilio Pacheco, tarde o temprano

En El libro perdido de los origenistas, Antonio José Ponte reconstruye una conversación entre Eliseo Diego y dos jóvenes poetas. Dice Ponte que, para romper el silencio, Eliseo les preguntó cuáles eran los autores que más leían. Ambos, tratando de ser cautos, incluyeron a Martí entre los primeros nombres.

­Con esa voz demasiado pausada con la que Eliseo decía hasta las cosas más urgentes, les aclaró que Martí no podía entrar en su lista, porque a él no se le leía sino que se le respiraba. Yo no alcanzo a respirar los versos de José Emilio Pacheco, pero su atmósfera siempre me acompaña a todas partes.

Hay ciertas cosas de las que nunca me separo y entre ellas no me puede faltar Tarde o temprano [Poemas 1958-2000], una antología donde se reúnen las versiones más reciente de casi todos los poemas del escritor mexicano. En 1996 viví por unos meses en la colonia Roma, en el D.F., el escenario donde ocurre Las batallas en el desierto, una breve novela de José Emilio.

En aquel entonces, sentía una rara felicidad cada vez que deambulaba por las mismas calles donde habían vivido los personajes. Recuerdo que por las tardes me sentaba bajo los árboles de la Álvaro Obregón a oír las voces con las que ellos hubieran hablado. Hoy he vuelto a sentir aquella rara felicidad.

José Emilio Pacheco, uno de los más grandes poetas del idioma español en el siglo XX, por fin ha ganado el Premio Cervantes. Más que el reconocimiento, lo que me entusiasma es que las editoriales suelen reaccionar ante esos galardones y eso significa que su obra será mucho más divulgada de lo que ha sido hasta hoy.

En “Despedida”, el último poema de Tarde o temprano, José Emilio pide “perdón o indulgencia” por haber fracasado. La única culpa que confiesa se convierte ahora en su salvación. Eso le pasa por intentar lo imposible.

PREMIOS CERVANTES

1976. Jorge Guillén (España)

1977. Alejo Carpentier (Cuba)

1978. Dámaso Alonso (España)

1979. Jorge Luis Borges (Argentina) y Gerardo Diego (España)

1980. Juan Carlos Onetti (Uruguay)

1981. Octavio Paz (México)

1982. Luis Rosales (España)

1983. Rafael Alberti (España)

1984. Ernesto Sábato (Argentina)

1985. Gonzalo Torrente Ballester (España)

1986. Antonio Buero Vallejo (España)

1987. Carlos Fuentes (México)

1988. Maria Zambrano (España)

1989. Augusto Roa Bastos (Paraguay)

1990. Adolfo Bioy Casares (Argentina)

1991. Francisco Ayala (España)

1992. Dulce María Loynaz (Cuba)

1993. Miguel Delibes (España)

1994. Mario Vargas Llosa (Perú)

1995. Camilo José Cela (España)

1996. José García Nieto (España)

1997. Guillermo Cabrera Infante (Cuba)

1998. José Hierro (España)

1999. Jorge Edwards (Chile)

2000. Francisco Umbral (España)

2001. Álvaro Mutis (Colombia)

2002. José Jiménez Lozano (España)

2003. Gonzalo Rojas (Chile)

2004. Rafael Sánchez Ferlosio (España)

2005. Sergio Pitol (México)

2006. Antonio Gamoneda (España)

2007. Juan Gelman (Argentina)

2008. Juan Marsé (España)

2009. José Emilio Pachecho (México)

4 comentarios:

Mabel Caballero dijo...

Venegas, tenías razón con José Emilio. Ahora, dime que yo tenía razón con Pitol y estamos empatados.

Basilio Belliard dijo...

Venegas: Muy merecido. Me lo habían "oreajado" hace unos meses que se lo darían. Era mi favorito. Te felicito. Muy a la belleza de tus artículos y la gracia de tu estilo.

Iddia Veitia dijo...

Lo perfiero cuando habla y escribe usted de literatura, es un ejercicio catártico mucho más auténtico... Debería hacerlo más seguido... No olvide que:
No tenemos raíces en la tierra.
No estaremos en ella para siempre:
sólo un instante breve... Seguir leyendo... Claro, este es mi punto de vista.... no pretendo que trascienda como axioma.
Un abrazo Venegas.

Mabel Caballero dijo...

Te diré que cuando estuve en México me compré un libro de él, por recomendación tuya y eso fue antes de que le dieran el Cervantes y el Reina Sofía de poesía. O sea: te creí, manito. Yo siempre he admitido tu buen juicio en cuestiones literarias.