18 agosto 2009

Los antídotos

Hacía tiempo que no me compraba un disco y, lo que es peor, hacía tiempo que no sentía la necesidad de hacerlo. El sábado pasado se confabularon muchas cosas y todas ellas me empujaron hacia Musicalia. La muerte de un querido amigo de la infancia, la lejanía de Ana Rosario, la lluvia y dos o tres cosas más (sobre todo una), me hicieron un ser demasiado falible y lo más recomendado en esos casos es una coraza de canciones. A mediados de los noventa, por los años en que la miseria del Periodo Especial arremetió con más saña, Zilma y yo recibimos una remesa de la tía Dora. Después de apartar el dinero de la leche y los cereales de Ana Rosario, quedó una pequeña cifra y salimos a gastarla. Anduvimos toda La Habana en bicicleta sin saber en qué invertir aquellos pocos dólares, hasta que en una extraña tienda de Miramar dimos con un CD de un concierto de Annie Lennox en el Central Park.

Aquella noche pasamos hambre, pero oímos el concierto tres veces seguidas y eso fue suficiente para irnos a la cama satisfechos. El sábado pasado, en Musicalia, di con el DVD de aquel espectáculo grabado el 8 de septiembre de 1995. Ver lo que tanto había oído, incorporarle luces, gestos y vestuarios a todas aquellas melodías fue un raro y feliz ejercicio retrospectivo que, afortunadamente, esta vez no comprometió mi cena.

Cuando ya me iba de la tienda de discos, encontré una compilación con dos álbumes de la primera etapa de Andrés Calamaro. Desde entonces esa es la banda sonora de Perla Negra (mi Chevrolet Tracker). Ese hallazgo tardío de tantas canciones tan buenas me obligó a una extraña pregunta: ¿Y si yo las hubiera oído en la época en que fueron compuestas, cuánto me habrían ayudado, cuán distinto me hubiera hecho su influencia?

Suelo valerme de los versos de las canciones que me gustan para muchas cosas en mi vida cotidiana, es por eso que lamento tanto no haber oído en su momento a “Nadie sale vivo de aquí”, “Pasemos a otro tema”, “Con la soga al cuello”, “Adiós, amigos, adiós” y “Dos romeos”, entre muchas otras.

Aún no para de llover, Ana Rosario sigue lejos y la mayoría de las cosas que hicieron del sábado pasado un día tan extraño aún están vigentes. Pero con los gestos de Annie Lennox y las viejas ocurrencias de Calamaro todo es bien distinto. Ahora soy menos falible y más feliz. Los antídotos funcionaron.

5 comentarios:

Ainelid Taveras dijo...

Podría decirse que leo su columna con cierta devoción y hoy no podría dejar pasar la oportunidad de decirle todo lo que me ha fascinado su confesión y lo mágico del antídoto.
Suerte y bendiciones.

Freddy Ginebra dijo...

Siguen los aplausos....espero que los escuches

Danilo dijo...

Más allá del hermoso texto, quiero agradecerte el comentario sobre esos discos de Calamaro que casi todo el mundo desconoce y que son de lo mejor del rock en español. Desafortunadamente por esa época no era tan conocido como Fito Paez, por ejemplo, pero si comparamos sus cosas con las de Fito, vemos que son tan buenas como o hasta mejores. Camilo, tu blog es muy bueno siempre lo leo y aunque a veces no comparto contigo algunos puntos de vista admito que defiendes tus puntos de vista con mucha coherencia y eso merece respeto.

Kathy dijo...

Camilo, me preguntaba por tu fin de semana con conocimiento de ciertas causas, he ahi la respuesta...de las mejores posibles. Nos salvan siempre muchas cosas, pero más que nada porque resuenan en lo que somos sino, qué efecto posible? Porque llevabas en ti el recurso para disfrutar todo eso ahi estás, feliz...y yo de que lo estés :-)

Jorge Luis Arcos dijo...

Camilo, leyendo tu blog, cuando hablas de las cancioness y las imágenes que no viste, viviste en el momento adecuado, y que ahora recuperas a destiempo, me doy cuenta de que acabo de reflexionar sobre eso mismo en una novela que estoy escribiendo... Me gusta leer tu blog porque, claro, en el fondo es el blog de un poeta. Eres conciso pero sugerente, son a veces como fragmenos de un diario de la memoria y la imaginación...