30 enero 2009

Puestos a elegir

Un amigo muy querido (que aún vive en La Habana más vieja) me contó la anécdota. No sé si es real, pero en todo caso merece serlo. Mi amigo cuenta (a pesar de su voz hosca, tiene una gracia sin igual para contar esas cosas) que en algún momento le pidieron a Celia Cruz que hiciera un concierto en la Base Naval de Guantánamo.
Eso, de cierta manera, representaría su regreso a la isla. Para narrar la parte final de la historia, mi amigo abría los brazos y se inclinaba para sugerir una balanza. “Tú estás loco −decía que dijo Celia−, para que la isla se vaya de lado”. La presunción de Celia Cruz de que once millones de cubanos se desplazarían hasta el territorio ocupado para escucharla, parece más creíble que la afirmación hecha por Fidel Castro (en el hipotético caso de que aún esté en condiciones de afirmar cosas) de que el pueblo de Cuba tiene entre sus prioridades recuperar ese pedazo de bahía.
“Mantener una base militar en Cuba contra la voluntad de nuestro pueblo, viola los más elementales principios del derecho internacional. Es una facultad del Presidente de Estados Unidos acatar esa norma sin condición alguna. No respetarla constituye un acto de soberbia y un abuso de su inmenso poder contra un pequeño país”, reflexiona el Comandante. Puestos a elegir, los cubanos tienen otras prioridades.
Si tuvieran que escoger, por ejemplo, entre la devolución del territorio que ocupa actualmente Estados Unidos o una transición hacia la democracia, con toda seguridad votarían por la segunda opción. Por algo el gobierno revolucionario se vio forzado a sembrar el campo minado más grande del mundo alrededor de la Base Naval de Guantánamo.
No es de los marines que se cuida sino de su propio pueblo. Es a él a quien ataja.

29 enero 2009

La carga al machete

El Paso a Nivel es uno de los finales del Paradero de Camarones, de ahí en adelante empieza un mar de cañaverales que se extiende hasta Mal Tiempo, que es el punto hacia donde se dirige el callejón que atraviesa la línea del ferrocarril. A lo lejos se ve la torre humeante del ingenio.
Si se baja la vista se verá a una res moribunda que acaba de ser atropellada por el tren de las dos. A su alrededor, un mar de gente espera con los machetes en alto. El 15 de diciembre de 1895 ocurrió en Mal Tiempo una de las más importantes batallas de la Guerra de Independencia. Las tropas del generalísimo Máximo Gómez y su lugarteniente Antonio Maceo cargaron contra el ejército español.
El toque “a degüello” desató una carnicería que duró a penas unos minutos. Los insurrectos le causaron alrededor de 300 bajas al enemigo y en sus filas sólo reportaron cuatro muertos y la misma cantidad de heridos. El animal aún respiraba cuando la policía lo declaró muerto. El estado en que había quedado hacía imposible su recuperación.
Cuando el capitán dio la espalda, la multitud cargó al machete. Las piezas fueron desapareciendo, como un rompecabezas que nunca más podría componerse. Al final sólo quedó una silueta sanguinolenta sobre la hierba. Entre la multitud hubo dos heridos. A uno le faltaba un brazo y a otro una mano. Dos piezas que tampoco aparecieron.

21 enero 2009

La Curva

Ahí se acaba o empieza el Paradero de Camarones, todo depende de la dirección en que se vaya. Por ahí también pasa una frontera ficticia a la que nadie se ha acostumbrado. Hace ya 33 años que a las seis provincias cubanas las partieron en catorce pedazos, pero todavía la gente insiste en nombrar las cosas como en el “tiempo de antes”.
En el caso del Paradero de Camarones el asunto se complica, porque dividieron al pueblo en dos mitades inconexas. Una mitad pertenece a Palmira y la otra mitad pertenece a Cruces. Eso hace que a unos les toque viajar hacia el Sur y a otros hacia el Norte cuando tienen que hacer alguna diligencia.
A muchas casas a las que la línea roja llega a pasarles por encima. Justo en la puerta de la cocina de María Ramona, por ejemplo, se acaba un municipio y empieza el otro. Ella vive más allá, pero tiene el excusado, las gallinas y las dos puercas de ceba más acá. Come en Palmira y caga en Cruces.
Antiguamente en ese crucero había una pequeña caseta de madera donde se guarecían los abanderados. Cada vez que un tren pitaba a lo lejos, ellos se atravesaban en el medio de la carretera con dos trapos rojos que alertaban a los choferes que venían en ambas direcciones.
Aún así, debido a la abrupta curva y a la poca visibilidad, ocurrieron grandes accidentes. Los alrededores del crucero se convertía en una zona de desastre que tardaba semanas en volver a la normalidad. De los hierros retorcidos se ocupaban los que necesitan construir un corral de puercos. De los restos, las auras tiñosas.
Pero la mayor utilidad que se le da a la Curva en el Paradero de Camarones es como unidad de medida. Cada vez que alguien tiene que describir una distancia de manera que todos lo puedan entender, sólo tiene que hacer una pequeña conversión. Si logra calcular cuántas veces sería del punto donde están hasta la Curva, será más que suficiente.
Nada allí orienta mejor a la gente que ese punto donde se acaba o empieza todo.

18 enero 2009

Agua con gas

Fulgencio Batista usaba chorros de agua para maniatar a los estudiantes que se manifestaban en su contra, Hugo Chávez prefiere los gases lacrimógenos. Igual que en la dictadura del cubano, la principal fuerza opositora del régimen del venezolano son los universitarios. En eso, Chávez se parece más a Batista que a Fidel (quien convirtió a las universidades en lugares donde se puede aprender de todo, menos a tener ideas propias).
“Los dirigentes de eso, hay que detenerlos. Detenerlos, doy la orden una vez. Señor ministro de Defensa, ministro de Interior, y los jefes de la policía, a partir de este momento, el que salga a quemar un cerro, a quemar unos árboles, a trancar una calle, me le echan gas del bueno, y me los meten presos. Si no lo hicieran, me raspo a los jefes responsables”, dijo Chávez enfurecido, luego de ver un video de las protestas estudiantiles en Caracas.
Los estudiantes universitario cubanos acabaron asaltando al Palacio Presidencial y estuvieron a punto de derrocar a Fulgencio Batista (llegaron hasta su despacho, pero el tirano logró escapar apenas unos segundos antes). Los estudiantes universitarios venezolanos fueron claves en la derrota del primer referéndum convocado por Hugo Chávez para perpetuarse en el poder. Ahora, en el segundo intento, ellos serán otra vez decisivos.
Por eso el gobernante ha ordenado que los repriman hasta silenciarlos. Las imágenes de los chorros de agua golpeando a los estudiantes cubanos, generaron una repulsa colectiva en la sociedad y marcaron el principio del fin de la dictadura de Fulgencio Batista. Está por verse la reacción que provocará en la sociedad venezolana el momento en que los estudiantes sean repelidos con “gas del bueno”. En ese instante se sabrá hasta donde llega la simetría entre un elemento y el otro.

14 enero 2009

Esperando la carroza

En el Paradero de Camarones nunca se moría nadie. Por muchísimos años todo se mantuvo inalterable, como si hasta los ancianos más débiles hubieran decidido aguantar. Perduramos un largo tiempo sin la necesidad de guardar luto ni involucrarnos en los menesteres siempre difíciles que la muerte trae consigo.
Cuando se creó el Poder Popular, en 1976, el primer planteamiento que le hicieron a Yuyo, el Delegado, fue la necesidad de que se construyera un cementerio. Luego se habló de la posibilidad de que el Liceo (que a falta de parque era nuestra plaza pública) se habilitara como una funeraria provisional, de manera que los velorios no tuvieran que celebrarse en las casas o trasladarse a Cruces.
Todas esas previsiones no eran más que una impaciente angustia. Pero tantos años esperando la noticia hizo que algunos llegaran a sospechar que algo raro estaba pasando. Alguien, incluso, llegó a sugerir algún contagio de inmortalidad. Por eso, aunque las más beatas se persignaban cuando lo admitían, el deseo de que por fin se produjera la defunción se fue generalizando.
Nunca se logró el cementerio, nada se avanzó respecto a la funeraria definitiva. Todos, sin embargo, con un silencio morboso, esperaban la carroza.

13 enero 2009

Caravanas

De pie en el jeep, de izquierda a derecha, el meteorólogo José Rubiera, Fidel Castro Díaz-Balart y la ex voleibolista Regla Torres. (Foto: Laura García Freyre)

La noche en que Fidel dio un traspié en Santa Clara y se fue de boca contra el mausoleo al Che, pidió que le buscaran un jeep. Después de la caída y con algunos huesos rotos, el guerrero exigió salir de allí montado en su carro de combate preferido. La Caravana de la Libertad que deambuló por La Habana el pasado 8 de enero, también iba encabezada por un jeep, pero en el lugar de Fidel iba el individuo que más se le parece: su hijo Fidelito.
Alguien ha colgado en YouTube un sinnúmero de cosas de la televisión cubana de los años setenta y ochenta (no se pierdan a la increíble orquesta Rumbavana presentada por el inolvidable Cepero Brito y un recital de Irakere de 1977, donde todavía están Paquito y Sandoval). Entre esos retazos salvados de una manera inexplicable, aparecen varios anuncios que celebran aniversarios de la revolución. No todos pertenecen a un número redondo, pero siempre se festejan con idéntico ahínco.
Llama la atención el desgano con el que se ha celebrado en Cuba los 50 años. Los ocupantes del jeep de la Caravana de la Victoria son un ejemplo de ello. Un doble (ninguna otra razón justifica la presencia de Fidelito ahí), un meteorólogo (en la antigüedad se llamaban agoreros) y una atleta retirada (¿?). Entre todo el conjunto, lo más simbólico es el jeep. En alguna parte leí un testimonio de una cubana que fue parte, en enero de 1959, de la caravana original.
Según ella, el jeep de Fidel no necesitaba combustible, "porque la alegría de la gente lo empujaba". Medio siglo después, nadie tiene ya razones convincentes para celebrar y nada los empuja hacia el futuro. Como bien dice Leonardo Padura, Cuba es un país que mira al pasado y hacia allá se dirigen todas sus caravanas.

12 enero 2009

El buen argentino

Luis Beiro me lo había advertido, pero nunca me imaginé que fuera tan mala. Che, el argentino es una película tan ingenua como Juventud sin vejez (un film soviético que pasaban casi todos los domingos en la matinée del Cine Justo, en el Paradero de Camarones de los setenta. ¿Te acuerdas, Chiqui?), pero mucho menos creíble.
Si nadie me hubiera dicho que estaba dirigida por Steven Soderbergh, si Benicio del Toro fuera menos reconocible detrás de su disfraz del Che, habría pensado que se trataba de una puesta en escena de Erick Kaupp, el celebérrimo director de la televisión cubana que hilvanó las mejores aventuras de nuestra infancia. Las caracterizaciones, los escenarios y los diálogos parecen más aptos para aquellos relatos infantiles que para un filme de adultos.
Si lo que quería Soderbergh era que sus actores imitaran lo mejor posible a los personajes históricos de su trama, hizo el casting equivocado. Con tan buen maquillaje, Julio Sabala se habría parecido tanto como Del Toro a las fotos de Korda y, puedo asegurarlo, su acento habría sonado más convincente que el de Benicio.
Si lo que buscaba Steven era un actor que manoteara igual que Fidel a la hora de impartir órdenes, Eddy Calderón (el que imita al Comandante en la Mesa retonta) lo habría logrado de una manera más orgánica que Demian Bichir. Si lo que quería era filmar una batalla detrás de otra (en la realidad no fueron tantas), las memorias del mariscal Zhukov se prestaban mejor para sus propósitos.
Si Steven Soderbergh fuera un perfecto desconocido, esta película habría pasado inadvertida. Pero como ya tenemos prueba de su talento como director (The Good German), como ya sabemos que tiene un increíble sentido del humor (Ocean’s 12) y hasta tenemos constancia de su agudeza (Traffic), aquí sólo hay dos posibilidades: o Steven admira al Che hasta la idiotez o en el fondo no es más que un gran cínico.

04 enero 2009

Básico, no básico y dirigido

Ni Santa Claus ni los Tres Reyes Magos tenían permiso de entrada al Paradero de Camarones, por eso el que nos traía los juguetes era el camión del MINCIN (Ministerio de Comercio Interior). La fecha de entrega tampoco era el 6 de enero, sino un día de julio en el que siempre llovía y las horas se estiraban como si tuvieran un muelle en cada minuto. Una semana antes se hacía un sorteo.
Aracelia y su hijas, Nancy y Aracelita, echaba todos los números de los núcleos (que es el nombre por el que se llamaba a las familias en el borde superior de la Libreta de Abastecimiento) y los iban sacando de uno en uno. Con ese mismo orden consecutivo los niños podíamos pasar a comprar los juguetes. Mi suerte siempre fue pésima, pero en los dos últimos años me tocaron el 4 y el 2.
Con el cuatro alcancé un tren enorme, con estaciones, puentes, túneles, pasos a nivel y una locomotora con la luz encendida que pitaba al cambiar de vía. Con el 2, me compré una bicicleta de hembra (había ido una sola de varón y le tocó al 1). Básico, no básico y dirigido. Teníamos derecho a tres juguetes. El primero con un costo superior a los 6 pesos, el segundo de 2 a 6 pesos y el último, que sólo costaban centavos, era el que te dieran, de ahí su nombre tan preciso.
Ni Santa Claus ni los Tres Reyes Magos significan nada para mí. Cuando los conocí ya había perdido la inocencia que se requiere para creer en ellos. En Cuba, además, era poco probable que tres hombres a camello circularan libremente sin ser detenidos, los venados de Santa Claus tampoco hubieran salido con vida del primer pueblo al que bajaran. Ni la Nochebuena ni el Día de Reyes me traen ningún recuerdo. Ninguno de esos regalos llenos de lazos y dedicatorias que rodean a los arbolitos me llaman la atención.
En cambio, cada vez que se acerca julio y veo un camión como los del MINCIN (eran Mercedes Benz y aquí en República Dominicana hay muchos), una extraña felicidad me estremece. El sonido estrepitoso de su motor diesel me emociona más que cualquier villancico.

03 enero 2009

Los seis lados del paquete

Todos los días mi Inbox se llena de emails que polemizan, de una manera o de otra, sobre la realidad cubana. Mabel Caballero, una periodista española que quiero muchísimo, se burlaba de mí, y de todos los que nos reunimos en casa de Pedro Ramón López el 24 de diciembre, porque no pudimos deshacernos del tema de Cuba mientras cenábamos. “Yo le hubiera trinchado la garganta al que me preguntara por Franco a esa hora”, me escribió en el muro del Facebook.
De cierta manera Mabel tiene razón. Por más lejos que estemos y por más distanciados que parezcamos, los cubanos no dejamos de hablar de Cuba y de la “situación” (esa palabrita que, entre nosotros, ha adquirido infinidad de significados). Pero hay un detalle, Franco está muerto y la sociedad española ha superado casi todos los males de su dictadura. En Cuba, en cambio, el dictador aún respira y, por lo que se ve, la nación puede morir antes que él.
Muchas de las polémicas que han abarrotado mi email son inútiles, no por el tema que tratan sino por la manera en que se desatan. Otras son hipócritas, como aquella sobre la aparición en la televisión cubana de Papito Serguera. No pocos de los que gritaron entonces, alarmados por lo que significaba la resurrección de semejante personaje, han hecho un silencio que roza en la ignominia frente a otros sucesos mucho más graves.
Hoy he amanecido con otra polémica en el Gmail. Hay un grupo que dice que las duras declaraciones de Pablo Milanés en España llegaron demasiado tarde y que les parecen, en el fondo, hipócritas. Otros, en cambio, creen que nunca es tarde si las intenciones son buenas y se alegran de que el trovador por fin diga lo que realmente piensa, que es una de las tantas costumbres que se han perdido en Cuba al cabo de 50 años de represión.
 Una inmensa mayoría de los cubanos ya están convencidos de que la revolución les estafó la conciencia y le robó todas las esperanzan que tenían. Muchos de los intelectuales que ahora hacen silencio para preservar su permiso de salida, su residencia en La Habana o quién sabe que prebenda, también lo saben. Pero una cosa es arremeterla contra Papito Serguera y otra decir lo que dijo Pablo.
Yo, que alguna vez le hice el coro en “Yo me quedo” y que grité convencido “Creo en ti”, sé que el paquete tiene seis lados y todo depende del sitio donde uno esté parado y del lugar desde donde se mira. Lo importante es que gente como Pablo denuncie esa atrocidad en la que se ha convertido el fidelismo (deberíamos empezar a preservar la palabra revolución para otras cosas que de verdad revolucionen), lo importante es que cada vez sean menos los que hacen silencio.
Eso ayudará a que se caigan las envolturas y a que quede al descubierto lo que de verdad pasa allá adentro.