21 noviembre 2008

El dedo más temido

Ese dedo que está a punto de caer inapelable, fue el más temido por los intelectuales cubanos. La foto forma parte de una colección de más dos millones de imágenes que Google acaba de publicar y que pertenecen a los archivos de la célebre revista Life. Según se ha informado, el buscador se propone ampliar la fotogalería hasta lograr que los diez millones de imágenes que almacena Life estén a la disposición de todos los internautas.
Muchas de las fotografías incluidas son verdaderos iconos, imágenes imborrables que resumen los grandes acontecimientos del siglo pasado: el marinero que besa a una enfermera en Times Square, celebrando el fin de la Segunda Guerra Mundial; el primer paso de Neil Armstrong en la Luna y el asesinato de John F. Kennedy en Dallas, entre otros. Cerca del 95% de las instantáneas publicadas son inéditas.
Si uno escribe “Cuba”, aparecen decenas de imágenes del actor Cuba Gooding Jr. De manera que para llegar a las imágenes hechas dentro de la geografía cubana, hay que valerse de otros términos como “Havana” o “cuban”. Por ese camino se llega al dedo más temido, que luego aparece acompañado de un codo y la mitad de una cabeza y, finalmente, de la mitad de un cuerpo, en el centro de un juicio sumario donde los acusados serán pasados por las armas.
Una vez que el dueño del dedo inquisitivo completó la misión de fiscal en los tribunales revolucionarios, le encomendaron la misión de amedrentar a los intelectuales.
Muchos, muchísimos, aún no han superado aquel trauma y reaccionan alarmados con sólo oír su nombre. Hace unos días, Carlos Alberto Montaner le hizo una minuta a Barack Obama sobre la situación en Cuba y no pudo evitar mencionarle. Lo hizo a propósito de la intelectualidad de la isla y sus temores. Papito Serguera en los archivos de Live es primero que nada un dedo. Luego un dedo, un codo y la mitad de una cabeza y al final, de cuerpo entero, manda al paredón a alguien que ya no sabremos quién fue.

Joseph Scherschel es el autor de las fotografías donde Jorge (Papito) Serguera aparece jugando el rol de fiscal en los Tribunales Revolucionarios que se celebraron en La Habana en el mismo 1959. Las imágenes inéditas, pertenecientes a los archivos de la revista Live, acaban de ser publicadas por Google.

14 noviembre 2008

El pasado, un día más allá

Conocí a Arístides Vega Chapú a finales de la década de los ochenta. La primera vez que nos abrazamos puso en mis manos un capítulo de una novela que estaba escribiendo (algo insólito para nuestra generación en aquel entonces). Nunca más supe de ella y de él apenas recibí noticias de año en año. Hace unas semanas, reaparecieron los dos.
Entonces yo aún vivía en la estación de ferrocarril del Paradero de Camarones y recibía constantes visitas de Evelio Luis Capote (un raro y talentosísimo individuo que siempre quiso vivir en el siglo XIX, pero que fue forzado a nacer en la Cuba de la segunda mitad del siglo XX. Luego, también de manera inexplicable, murió en España sin haber podido escribir ninguno de los libros que tenía en la cabeza).
A insistencia de Evelio, hice mis maletas y me fui a Matanzas, una ciudad que, según él, tenía más poetas que casas en ruinas. Viajé en tren lechero desde Cienfuegos hasta Unión de Reyes. Allí una máquina del ANCHAR (aquellas que eran anaranjadas y aún conservaban anuncios de los 50 por dentro) me llevó, por una rara carretera que atravesaba rarísimos pueblos, hasta Matanzas. Alfredo Zaldívar me dio la bienvenida y, sin yo pedirlo, las llaves que abrían las puertas indispensables de la ciudad.
Zaldívar entonces era el director de la Casa del Escritor y de las Ediciones Vigía (aquellos libros hechos a mano que en algún momento el oportunismo le echó mano). Arístides, era el administrador de la librería El Pensamiento, donde se vendían libros de uso y se salvaguardaban autores prohibidos. Entre esas ocho paredes están encerrados todos mis recuerdos de esa ciudad, donde las ruinas que se erigían en ambas orillas del río San Juan se fueron extendiendo como una epidemia.
Todas las tardes, Zaldívar y yo cruzábamos un puente de hierro y bajábamos por la Calzada de Tirry hasta la minúscula casa donde vivían Arístides, la poeta Bertha Caluff y su hija Salma Lucía. Mientras Bertha cocinaba unas berenjenas (nunca supe dónde las conseguía), Arístides nos leía capítulos de una novela en la que Rita Montaner, María Teresa Vera y Bola de Nieve cantaban y vociferaban sobre una isla donde todos los recuerdos se confundían. En la XXV Feria Internacional del Libro de Miami, en ausencia de Arístides, que vive ahora en su Santa Clara natal, se presentó Un día más allá.
La nota del reverso de portada dice que el autor “propone una visión interactiva de la historia de un país, a través de personajes de oficios, credos y edades diferentes, que tienen en común el estar inmersos en la difícil y contradictoria realidad que ellos testifican a través de sus historias personales con impresionante y absoluta honestidad”. Hoy recibí las fotos del lanzamiento.
En lugar de Arístides, aparece en ellas su hermano Heriberto Hernández (otros de los poetas villareños que se habían refugiado en aquella Matanzas que, como casi todos los espacios que vivimos entonces, no existe más). Como en las páginas de su obra, Arístides me cuenta lo que no pudo vivir como si lo hubiera vivido. Ese recurso, propio de la ficción, ha sido uno de los más eficaces que los cubanos han encontrado para enfrentar su realidad.
“Divertidos y desgarradores son los personajes que cobran vida en Un día más allá, empeñados en llegar desde el pasado hasta la actualidad”, es la más importante advertencia que le hace el editor de la novela a sus lectores. Yo les haría otra más, que tengan en cuenta de que entrarán a un lugar que probablemente nunca ha existido y del que nunca podrán salir ni olvidar nada. Esa condena a tener que vivir de la nostalgia y verse obligado a pernoctar en ella aun en las noches de mayor desarraigo, es lo que obliga a Arístides Vega a seguir contando las cosas con las que no puede hacer otra cosa.
El tren lechero en el que llegué a Unión de Reyes ya no circula, los que manejan las máquinas del ANCHAR ahora se llaman boteros (como si la isla fuera de agua y la única posibilidad de moverse por ella es a través de la navegación). No sabría cómo volver a usar las llaves que me regaló Zaldívar. De toda aquella época que conviví con Evelio Luis Capote, Alfredo Zaldívar, Bertha Caluff, Heriberto Hernández, Laura Ruiz, Teresita Burgos y Gisela Baranda, sólo quedan los murmullos que debe seguir dejando el río San Juan al pasar por debajo de todos aquellos puentes.
Eso es lo que vuelvo a escuchar cada vez que Arístides me escribe y me da un abrazo.

12 noviembre 2008

Un individuo que haga su trabajo

Barack Obama se definió a sí mismo como un candidato “post racial”. Sus discursos de campaña ni siquiera merodearon el tema del racismo y nunca se dejó encerrar en él. La unidad de la nación, las responsabilidades económicas y la política exterior de Estados Unidos eran, para él, las prioridades. Eso lo convierte en un líder del siglo XXI, donde todas las boberías ideológicas deben ser superadas.
A diferencia de los “revolucionarios” y “progresistas” latinoamericanos, que veían en Obama una reencarnación de Martin Luther King o Malcom X, el próximo presidente de Estados Unidos prefirió representar los intereses y los sueños de todos los ciudadanos, fueran del color que fueran, que querían que el futuro de su país cambiara. John McCain le tiene que pedir a su esposa que le revise el email porque aún no se entiende con el Outlook.
Obama, en cambio, dialogaba con sus votantes a través del Facebook. El candidato republicano, como los que insisten en revivir traumas ya superados, son el pasado. El candidato demócrata, junto a los que quieren reformar al mundo, son el porvenir. Cuando asuma la presidencia, Barack Obama se irá a vivir con su familia a una casa construida por esclavos.
Eso habla de lo que ha sido capaz de avanzar la sociedad norteamericana en los últimos 50 años (el mismo lapsus de tiempo que mi país, por ejemplo, ha tirado por la borda). Pero Obama no puede perder tiempo en idear analogías ni erigir metáforas. Su labor es hacer que la economía se recupere y que el Estado funcione. Eso es lo que querían los que votaron por él. Las mujeres, universitarios, afroamericanos, hispanos, sindicalistas y jóvenes que lo eligieron no buscaban un ícono para venerar sino un individuo que haga su trabajo.

05 noviembre 2008

Marquen con una equis

A Angela Garcia, para que vea que hay sueños que se cumplen

En el fondo, Fidel no quería que Obama ganara. Lo dejó claro en su última reflexión, unas horas antes de las elecciones, al insinuar que podía perjudicar al candidato demócrata si lo apoyaba abiertamente. Más allá del rapto egocéntrico (aunque está cama y moribundo, aún se cree en el centro del debate político mundial), lo que el anciano líder perseguía con sus palabras era revolver el avispero recalcitrante de Miami, pretendiendo que se armara una situación parecida a la del 2000.
Pero no fue así. Estados Unidos votó en masa por el cambio y, mucho antes de que nadie lo calculara o siquiera lo imaginara, un negro se irá a vivir a la Casa Blanca (no como sirviente sino como Presidente). Esto podría suponer un cambio sustancial de la política de Estados Unidos hacia Cuba y el fin de las excusas baratas por parte de la dirigencia revolucionaria (me cuesta llamarles así, pero ni modo, es una cuestión de costumbre). Aunque la era Bush parecía no tener fin, todos sabían que su límite era ocho años. Esa es la ventaja de la democracia, una palabra que los cubanos no pueden pronunciar en voz alta desde hace medio siglo.
Está probado que el voto de los jóvenes fue decisivo en estas elecciones. Ninguno de ellos cargaba con el fardo de prejuicios que, según los antiguos analistas, impedirían el acceso de un negro a la Casa Blanca. Cómo los jóvenes en Cuba no tienen derecho a decidir su futuro en una urna, es inútil plantearse qué pasaría si pudieran hacerlo. Por eso propongo un ejercicio menos utópico y más divertido.
Según Fidel, el candidato republicano no podía ser presidente por cinco razones. Marquen con una equis las que también aplican para él: “McCain es viejo, belicoso, inculto, poco inteligente y sin salud”.