21 agosto 2008

WALL-E

Que Pixar realizara películas inolvidables ya no era noticia, esa puede ser la razón por la que se propusieron hacer una obra maestra. Siempre me han parecido inútiles esas listas que procuran canonizar las 100, las 50 o las 10 mejores películas de todos los tiempos. Todas son muy sujetivas y cuestionables. Pero eso no me impide hacer las mías y en cualquiera de ellas tendría que estar WALL·E. Cuando me encontré con el pequeño y solitario robot, de inmediato recordé a otro pequeño y solitario individuo de la historia del cine.
Más de una vez, mientras veía a WALL·E deambular por su desolado planeta, con la única compañía de una cucaracha, recordé a Buster Keaton y a los personajes que el hombre más triste del mundo encarnó para matarnos de la risa. Andrew Stanton, el director del filme, le hizo a lo largo de su historia un hermoso homenaje a Stanley Kubrick y a 2001: Una odisea del espacio; pero el peso del conflicto no descansa en el tributo o en las analogías, sino en la extrema originalidad.
Hasta hoy todas las parejas inmortales eran de carne y hueso: el Cid y Jimena, el Quijote y Dulcinea, Fausto y Margarita… Habrá que agregar ahí a WALL·E y EVA, dos máquinas que fueron capaces de encontrar el amor sin necesidad de tener ni siquiera corazón.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay que tener corazón, hay que tenerlo, porque sino terminamos así, de este modo tan feo. Las películas seguiran siendo películas.

Se trata de todo... dijo...

La esencia del cine clásico como vehículo de emociones, a eso nos regresó Wall-e con detalles como el cubo de Rubick, Hello Dolly, Star Wars... No hace falta el diálogo cuando los gestos se imponen.

Anónimo dijo...

Jajajajajajajaja, eso si que está bueno. Digo el comentario de quién las trata a ella jajajajaja