10 julio 2008

Para ver el agua

Inés Baresel ensambló los huesos de un cachalote de 15 metros. No sé nada más de ella, ni siquiera su rostro se distingue bien en la fotografía donde mira hacia arriba, a través del vientre vacío del animal. A juzgar por las herramientas que tiene a su alrededor, hace una labor de carpintería, junta piezas como si armara un mueble y no un organismo.
El cachalote quedó varado en la playa del Mar del Norte en diciembre de 1997. En la breve reseña, no se especifica cómo sus restos fueron a dar a la colección de un museo en Stralsund, Alemania. Apenas se anuncia que se inaugurará oficialmente en 2008 y que su construcción ha costado 51 millones de euros.
En el vestíbulo del Oceanográfico, que es donde trabaja Inés Baresel con sus gubias y martillos, hay otras dos ballenas, una de 17 metros y otra de 7 metros. En todo ese espacio por ahora sólo se escucha el ruido que Inés hace con sus herramientas. Los tres animales no son más que un enorme andamio, una estructura que sólo recuerda el movimiento si uno se abstrae demasiado y cierra los ojos para ver el agua.

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