02 mayo 2008

Los Perversos de Puerto Padre

No conozco a Puerto Padre, pero lo he oído. El piano de Emiliano Salvador ha sido siempre el vehículo que me ha llevado hasta los sonidos de ese punto de la costa norte cubana. Por Emiliano, para conocer al menos desde arriba lo que sería su nostalgia, he sobrevolado calles y parques desde Google Earth.
Poco a poco, han ido colgando fotos del pueblo. Como sucede a lo largo y ancho de la isla, las instantáneas han sido subidas por exiliados nostálgicos que quieren revivir, al menos a través de ese mapa satelital, sus experiencias en la isla. La parroquia San José, la vieja estación de ferrocarril y una serie de casas de madera a punto de desplomarse es hasta ahora todo lo que puede verse.
Hace unos días, explorando las imágenes de Secretos de Cuba (www.secretoscuba.cultureforum.net), encontré una instantánea de Los Perversos de Puerto Padre, una orquesta que nunca he oído y de la que sólo conozco sus 13 rostros, apostados alrededor de un pisicorre. No conozco a Puerto Padre, pero el sonido de Emiliano y el silencio de Los Perversos han sido el modo más efectivo de llegar hasta allí, de atravesar tantos recuerdos en ruinas sin ser visto.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues mire usted mi muy querido Camilo, yo sí conozco Puerto Padre, tengo incluso a mi prima Maritza viviendo allí desde que nació, si mal no recuerdo el mismo día que ese lajero pariente nuestro. Casi siempre las enfermedades implican encierro en penumbrosas habitaciones cerradas a cal y canto. Para otras, muy pocas, los viejos galenos aconsejan el aire de verde pureza que sólo hay en los campos y también entrar en contacto con el mar. Recibir la curación de su transpiración salada. Con siete años fuí atacado por la tosferina y por más medicinas que le llegaban a mi madre de Bayamo a Cauto del Paso la tos criminal no cedía...por eso Tapia el boticario dijo: "A este niño hay que llevarlo al mar". Recordó mi padre entonces que su hermana Calola -- la mamá de Martza -- vivía en Puerto Padre en el número 10 de la calle Lugones, que luego rebautizaron como Mártirez del Fuerte. Y nos embarcamos para allá. Debe haber sido en el Wully de mi abuelo Agustín, pero ni entonces ni ahora eso fue lo más importante, sino llegar a Puerto Padre y experimentar una de mis grandes emociones de la niñez. Después de remontar una breve elevación, se veía la ciudad a nuestros pies y daba la impresión de que el mar estaba más alto que las edificaciones, como un andamio azul que se confundía con el cielo, solo separados por las nubes, que como bellas plumillas volaban izadas por el viento. Era la primera que el n´ño acostumbrado a vigilar el curso del Cauto, sentía que le iba a caer encima, como un bautizo, toda la inmesidad salada de las aguas.

Jo Ruiz dijo...

Vaya!, el bueno de Bladimir Zamora nos ha soltado todo un fragmento-hermoso, todo hay que decirlo, de sus memorias de infancia. De paso aprovecho para saludarlo, aunque igual ya no se acuerde de un humilde servidor...
"Puerto Padre tiene cosas,
que no las tiene La Habana,
ni Matanzas, ni Santiago..."
-asi la recuerdo en la voz de Pablo Milanés. Paquito d´Rivera también hizo una versión memorable.

Jo Ruiz dijo...

Vaya!, el bueno de Bladimir Zamora nos ha soltado todo un fragmento-hermoso, todo hay que decirlo, de sus memorias de infancia. De paso aprovecho para saludarlo, aunque igual ya no se acuerde de un humilde servidor...
"Puerto Padre tiene cosas,
que no las tiene La Habana,
ni Matanzas, ni Santiago..."
-asi la recuerdo en la voz de Pablo Milanés. Paquito d´Rivera también hizo una versión memorable.